(Rescato entrevista con el maestro y doctor Aldo Francia, en su casa de Viña del Mar, noviembre de 1990).
Por Pedro Armendariz
Aldo
Francia es un tipo radical, de raíces y principios, como los viejos caballeros
de antes. Nacido en Valparaíso, hijo de emigrante italiano, médico pediatra,
cinéfilo y cineasta, autor de dos películas memorables (Valparaíso,
mi amor y Ya no basra no basta con rezar), su liderazgo como
organizador de los dos primeros festivales de cine de Viña del Mar, en 1967 y
1969, lo convirtieron en la figura-símbolo del reencuentro del cine chileno en
1990. Homenajeado en su condición de pionero (son innumerables las anécdotas
que circulan sobre sus malabarismos para financiar malamente sus proyectos
fílmicos entre consulta y consulta médica), el doctor Francia como
cariñosamente lo llaman en el puerto, no quiso restarse al vendaval de estrenos
que tuvieron lugar en el Tercer Festival Internacional de Viña del Mar. Sin
embargo, su carta de presentación no fue esta vez una película sino un libro,
“El nuevo cine latinoamericano en Viña del Mar”, escrito en 1987 y presentado
como un aporte de primera línea para el conocimiento de la actividad
cinematográfica en el país.
“Hoy reanudamos un diálogo que se interrumpió hace 21 años”, señaló Leonardo
Kocking en la ceremonia inaugural del Tercer Festival Internacional de Cine, el
12 de octubre de 1990.
No fue casual que
la ocasión se acompañara con la presentación del libro de Francia.
La conversación que sostuvo en esos días con nuestra revista, superando con
la ayuda de su esposa Erica los obstáculos que pone a su voz el mal de
Parkinson que lo afecta, es parte de ese reconocimiento al primer interlocutor
de Viña del Mar.
-¿Qué consejos le daría usted a los cineastas jóvenes?
-Que sigan comprometidos con los problemas sociales, porque en Chile hay
mucha injusticia.
-¿No piensa usted que les llegó la hora a las ideologías?
-Todo está vigente.
-¿El cristianismo marxista también?
-Sí, sí.
-¿Qué le parecen los recientes estrenos de películas chilenas?
-Está habiendo una explosión de cine. La gente está haciendo videos, está
haciendo cine.
-¿Le gusta el video?
-Lo encuentro un medio válido. Se puede crear cine en forma fácil. Se filma
y se ve en forma inmediata. Me gustaría hacer cortometrajes de 35 minutos,
primero en video y en definitiva en 35 mm.
-¿Cómo ve usted el Tercer Festival de Cine de Viña del Mar?
-Como una integración, una muestra de cine. Los anteriores fueron más
combativos.
-El año 1969 se lo dedicaron al Che Guevara…
-Sí, el Che Guevara fue elegido como símbolo del Festival, como santo
patrono… ahora estaría fuera de foco (risas). Había una corriente
justicialista, encabezada por Fernando Solanas, y una guevarista, encabezada
por los cubanos. Peleábamos todos por un solo cine latinoamericano. Queríamos
unir al Continente a través del cine. El 71 se iba a hacer otro festival, pero
el gobierno, al considerar que era muy mirista, decidió pararlo.
-¿Lo era?
-Yo creo que sí, pero tendría que haberse hecho igual. Después íbamos a
hacer un festival en diciembre de 1973 y vino el golpe.
-¿Fue difícil organizar los festivales que realizaron entonces?
-Había poca ayuda, sin embargo, en 1969 llegaron cincuenta invitados
extranjeros. No había donde alojarlos, así que se los albergó en el local de la Escuela de Cine, con sacos
de dormir y literas conseguidas en el Regimiento Coraceros, que contribuyó
también con grandes ollas para cocinar. Ahí, en la escuela, los mismos
asistentes se preparaban las comidas con alimentos donados por personas e
instituciones. Llegaron estudiantes argentinos, uruguayos, brasileños, cubanos,
venezolanos, pero sobre todo argentinos de la Escuela de Cine de Santa
Fe. Los cubanos salían invitados por primera vez a mostrar su cine. Fue lo
mejor que vino, aparte de los brasileños que también eran muy buenos.
-Hoy la discusión se centra en cuestiones como la censura y no en el
tipo de cine que habría que realizar. ¿Cree que hay ocasiones en que ésta se
justifica?
-Por ningún motivo. Se pone censura a las películas y los niños las ven en
video. Los padres deben ejercerla. Tendría que haber una orientación para que
los padres decidan, junto a la posibilidad de que ellos acompañen a sus hijos a
ver cualquier película.
¿Y en cuanto al Consejo de Calificación Cinematográfica?
-Debiera existir para recomendar a los padres, compuesto por maestros y
sicólogos, pero en ningún caso por militares.
-Hoy se están renovando las posibilidades de apoyo estatal al cine;
¿está de acuerdo con esta tendencia?
-Tiene que haber ayuda. Nosotros conseguimos una ley por la que se pagaba un
impuesto en el valor de la entrada, dinero que era a favor del productor. Este
sistema fue suprimido por la dictadura. Con esa ley, del año 1967, podíamos
también traer película virgen sin pagar impuestos. Creo que hay que recuperar
cada una de esas conquistas.
-Vamos al cine: usted siempre ha dicho que lo más importante de una
película son el guión y el montaje. ¿Dónde deja a los actores?
-Yo no sé dirigir actores. Lo importante es elegir a la persona adecuada
para hacer el papel. Muchos de los actores de mis películas representan lo que
son en la vida real. Los carabineros son carabineros, las prostitutas son
prostitutas de verdad, y así.
-¿No hay escenas filmadas en estudio?
-Tanto
Valparaíso mi amor como Ya no
basta con rezar son películas hechas sin nada de estudio. Filmábamos en un
bar, por ejemplo, e instalábamos la cámara en un lugar durante horas simulando
filmar hasta que la gente se acostumbraba a su presencia. Entonces filmábamos
de verdad. Hay una influencia del neorrealismo italiano y de la nueva ola del
cine francés, con la cámara en mano, el plano secuencia, el claroscuro.
-¿Volvería hoy día a ponerle el mismo fin a Ya no basta con rezar, con el cura lanzando la piedra?
-(Prolongando silencio) Difícil de responder la pregunta, porque ha cambiado
mucho la situación.
Valparaíso mi amor
la dejaría igual, pero en Ya no basta con rezar haría algunos cambios.
-¿Cuáles por ejemplo?
-Al final, en vez del cura tirando la piedra, los que están en huelga
deberían avanzar caminando juntos, todos unidos.
-¿Cómo era la película que usted estaba haciendo cuando vino el
golpe de Estado?
-Se perdió en Chile Films. Su nombre era
La guerra de los viejos
pascuales, y la idea era en torno al consumismo. Ocurría en una
juguetería, que era el símbolo del consumismo. Los viejos pascuales que
contrataba la juguetería pasaban hambre en sus casas, con sus mujeres y sus
hijos. Ellos ofrecían a los otros niños todo lo que había en la juguetería,
pero bastaba que uno sólo perdiera los estribos, regalando una muñeca a una
niña pobre, para que empezaran a regalar todos los juguetes a los niños que
entraban viendo esto. Ahí se desataba la guerra de los viejos pascuales contra
los dueños de la juguetería. Los viejos pascuales formaban un sindicato con los
vendedores ambulantes, los chapulines y los payasos que hacían propaganda en
las tiendas. Ya estaba decidido quiénes iban a hacer a estos personajes. En el
guión habían participado Lucas y José Román.
-¿Cómo seguía la rebelión?
-Los dueños de la juguetería enviaban tropas, las que eran derrotadas.
También estaban los chicos malos y los quéletros, que emergían del mar para
luchar contra los niños y los viejos pascuales. Eran, los quéletros, unas
figuras imaginarias que salían a la superficie acompañados con la música de los
infantes de marina. El combate se desarrollaba entre medio de los cerros, sin
armas; se perseguían, se ocultaban, se tendían trampas. Al final, los quéletros
eran rechazados y arrancaban espantados a naranjazos, convertidos en fuegos
artificiales. La película ya estaba vendida en Europa. Alcanzamos a filmarla en
parte, haciendo la cámara con Silvio Caiozzi, que también trabajó conmigo en Ya
no basta con rezar. Después pensaba hacer una película sobre la matanza de
Santa María de Iquique. En los tres meses anteriores al golpe, Patricio Manns
estuvo investigando para escribir el guión.
-¿Encontraron algo nuevo?
-Sí, la película comenzaba con el Rucio, quien luego de pronunciar su arenga
revolucionaria, corre y le dispara al general dejándolo malherido.
-No me diga.
-Es histórico, como lo es también que después de la matanza algunos
sobrevivientes formaron guerrillas.