martes, 22 de febrero de 2011

LA DESCONFIANZA Y EL TEMOR: LA PEOR FRONTERA ENTRE CHILE, BOLIVIA Y PERÚ


Por Pedro Armendariz

En Chile, habitualmente, instintivamente, la reacción o el simple pensamiento ante “la relación histórica” con los vecinos países Bolivia y Perú, es de carácter defensivo. La emoción dominante y definidora es el miedo.
Sin declararlo ni menos reconocerlo, lo actuado, el peso del pasado, de sus acciones, hace al chileno hasta ahora temer la venganza.
El chileno medio desconfía profundamente de peruanos y bolivianos. Me imagino que a ellos les pasa lo mismo con nosotros, y razones tienen, somos los expoliadores, conquistadores de su territorio. Nosotros, en cambio, sustentamos nuestra razón en el miedo, no podemos concebir otra reacción en nuestros antiguos enemigos vencidos, que la venganza, la realización, en cuanto puedan, de nuestro mal.
Más amplio, y en definitiva determinante, es ese tejido metafísico de la relación con nuestros vecinos, que el llegar a concordar una forma política-geográfica de la solución del problema.
Metafísico es el tema de la nación, y del estado nación. La idea de nación es un arma política, mediante ella se manipula al pueblo y accede al poder. Es la de nación una idea vieja, de guerreros conquistadores, fabricantes de mitos. Lo válido y real son los pueblos del mundo, todos ellos sufriendo, unos más otros menos, el gigantesco desvarío del capitalismo reinante, librado a la fuerza de la codicia desatada.
La nación es un invento, el pueblo, los pueblos, una realidad de cuerpos y mentes, estómagos y corazón.
El problema entre Chile, Perú y Bolivia, no tiene solución posible si no abandonamos la idea de tres naciones en pugna. Y de tres estados-naciones enfrentados en una lucha de intereses eterna.
No hay otro camino que concebir y llevar a la práctica una existencia de integración de pueblos en un territorio compartido. Este puede ir desde un enclave, una provincia, una región, varias regiones o los países mismos involucrados en su totalidad.
Si seguimos pensando en estados soberanos en espacios de territorio, estamos entrampados. Hay que compartir el territorio en cuanto personas en convivencia. Con libertad de acción y movimiento.
En el caso del norte chileno, que es el que conozco, tal integración clama al cielo, por un conjunto de razones.
La primera es la paz. Es el valor fundamental, esto es lo que más hay que valorar. Armarse como lo hacen nuestros países, destacando Chile pero en definitiva un mal general, es traición a la patria suramericana que todos los que fijan los presupuestos militares dicen defender y proteger.
Urge un desarme generalizado, parejo al crecimiento de la confianza, en los pueblos, que permanecen ajenos a todo este problema, como si no les incumbiera, dejando que sean militares y políticos profesionales los que decidan y fijen el rumbo.
Hoy, y en realidad siempre, la patria es la Humanidad. Como suramericanos, con nuestra unión libre, aportaremos a la necesaria unidad no fascista que el mundo reclama.
Luego está la cultura, el alimento espiritual, que, en el caso del norte de Chile, con la chilenización de corte marcial, o marcial de frentón, ha intentado crear una identidad colectiva impuesta desde el centro del país, que va y ha ido contracorriente de la compleja mezcla de gentes y pueblos que viven y han vivido ahí desde hace más de un siglo. La cultura es mestiza, y no conoce, o se da y vive a pesar de las fronteras. Esto lo puede ver todo aquel que viva y atienda a la realidad, en la comida, la música, las danzas, las manifestaciones masivas religiosas o seculares, desde la Fiesta de la Tirana hacia abajo. La presencia ancestral del pueblo Aymara. Existen de sobra las bases culturales para una integración sin complejos con peruanos y bolivianos.
En la economía, las “ventajas” de la integración con Bolivia, y también con Perú, son evidentes. Si no pregunten a las mujeres y hombres de negocios de la Zofri de Iquique, o a quienes trabajan en el turismo. La Zofri no existiría sin los grados de integración que ya existen con Bolivia. Hay una gran ignorancia en Chile sobre la necesidad económica de Chile de la integración con Bolivia, y también con Perú, pensemos en Arica, que no levanta cabeza en su arrinconamiento.
También, y mayor, sería el beneficio de soltar mentes y corazones en aras de un fin que allana a las generaciones jóvenes de hoy y al futuro la posibilidad de no convivir con una realidad de por sí odiosa.