martes, 29 de diciembre de 2009

ENTRE LA CUMBRE Y EL PRECIPICIO


Por Pedro Armendariz


La Cumbre de Copenhague ha dejado en evidencia una vez más la incapacidad de los dirigentes políticos del mundo para enfrentar los problemas más graves y acuciantes.

Con la excepción de Evo Morales, quien creo que por su cosmovisión originaria puede estar más cerca de alcanzar, en Bolivia, una cierta congruencia entre palabras y hechos a la hora de enfrentar la relación entre modelo económico y respeto y aprecio por el medio ambiente y sus equilibrios naturales.

No es tiempo de retóricas sino de cambios y resultados. Y los conductores, los que llevan el timón de la nave terrestre, reiteran su cortedad de miras. Nos llevan al despeñadero.

Es un autoengaño pensar que el desastre del capitalismo será remediado por la venida del socialismo, sin más. Los socialismos estatistas de partido único miraban a la naturaleza y sus recursos con los mismo ojos que los voraces capitalistas occidentales. Es lo que hace hoy China, adoptando el alma de aquel capitalismo supuestamente tan odiado.

En América del Sur se presenta un desafío paradojal, ya que los países que están realizando la búsqueda y concreción de caminos nuevos que superen el neoliberalismo dominante, son países petroleros o gasíferos, ricos en combustibles cuyo uso está en la raíz del problema de contaminación y calentamiento atmosférico.

Las contradicciones se manifiestan, como en Ecuador, donde el gobierno de Rafael Correa mantiene relaciones tensas con pueblos indígenas que no aceptan la intromisión en sus tierras ancestrales de blancos que pretenden explotar su subsuelo extrayendo petróleo y minerales. La semana pasada fue cerrada definitivamente, por orden de entes oficiales, la radio Arutam, perteneciente al pueblo amazónico Schuar, hecho que no puede interpretarse sino como una clara acción represiva hacia la acción de defensa de sus tierras y patrimonio natural.

En Venezuela, uno de los principales países productores de petróleo del mundo, sería fundamental la aplicación de políticas que plasmen opciones diferentes al uso desmedido del combustible fósil dentro de su país. (Ver artículo de Rómulo Pardo Silva “Lo ecológico parece no ser un objetivo vital del socialismo del siglo XXI”, en Clarín.cl)

No es suficiente denunciar la indolencia y cinismo de los países dominantes capitalistas, incluida China, que se niegan a asumir compromisos de reducción de emisiones. Los países dependientes, como los suramericanos, han de plantearse el cambio de sus modelos de desarrollo, sin esperar que la guía o iniciativa venga del norte, asumiendo las propias responsabilidades.

El problema supera a los gobiernos, que en realidad son parte del desaguisado. El caso de Chile es ejemplar, aquí el estado, orientado por el gobierno y el parlamento, es un peligro público para el medio ambiente y los equilibrios naturales de todo orden.

Ante la gravedad del problema en que nos encontramos, el factor personal puede ir jugando un papel de creciente importancia, sumando desde el pie, como decía Alfredo Zitarrosa.

El rumbo lo marcarán en lo fundamental las personas y sus organizaciones preocupadas del problema del destino de la tierra, o lo determinarán como hasta hoy los gobernantes obedientes de los poderes establecidos, institucionales y fácticos.

El capitalismo venderá la idea, como ya lo está haciendo, de que su acción puede ser “amigable” con el medioambiente. (Ver artículos sobre Cumbre de Copenhague de Paul Walder en Clarín.cl).

La lucha contra el capitalismo ha de ser a partir de un plano político filosófico y sicológico, orientando la generación de cambios personales e institucionales comunitarios reales.

Señalando el rumbo, ya tenemos a pueblos originarios de nuestro continente que defienden y nos hablan del “buen vivir”, tejiendo nuevas relaciones, de carácter comunitario, entre las personas. Y relaciones con el medio ambiente que no pasen a llevar el respeto y su cuidado.