jueves, 22 de julio de 2010

Contra los imperios de toda laya




Por Pedro Armendariz

Detrás de la ruptura de relaciones entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, se ve una vez más la mano dura, violenta, agresiva, de los Estados Unidos y sus aliados en Colombia y Suramérica.

Ha sido ahora, cuando se apresta a traspasar la presidencia de Colombia a Santos, que Uribe se embarca en la denuncia de supuesta presencia de campamentos de las Farc en Venezuela. Este hecho es evidentemente un gesto de negación extrema a la posibilidad de mejorar el panorama en el norte de Suramérica, en las relaciones entre Ecuador, Colombia y Venezuela.

Aquello es un polvorín. La mayor distorsión es la presencia, y además desmesurada, de tropas militares estadounidenses del norte en Colombia. Es el corazón del problema, porque los Estados Unidos, como lo demuestran sus ejércitos en Colombia, y próximamente en Costa Rica, es un país eminentemente guerrero. Le gusta la guerra, la práctica cada día a lo largo y ancho del mundo. Es el mayor escándalo de nuestro tiempo.

En Suramérica está en juego la libertad y la democracia. Y no habrá forma de construirlas sino es a través de los acuerdos entre los países. Acuerdos pacíficos, voluntarios, no nacidos como resultados de corrientes de fuerzas.

Y ante esto son los pueblos los que tienen que tomar la iniciativa. Pueblos en el sentido de la manoseada palabra gente. Personas, organizaciones sociales de todo tipo, grupos de estudio y reflexión, partidos, sindicatos, universidades, religiosos de todos los credos, colegios profesionales, etcétera, porque sino no hay salida posible.

Quienes están en los gobiernos debieran reconocer la necesidad de dar paso a la organización y participación de la llamada sociedad civil en el curso de las cosas.

Los gobiernos nos hacen creer todos los días que tienen todo bajo control, que están preocupados o trabajando en los problemas importantes de los países, procurando y haciendo realidad las mejores soluciones posibles.


Los países se arman, nos hablan de defensa y prevención, cuando la realidad es que lo que más anima la escalada es la corrupción, el lucro con el tráfico de compra y venta de esas armas. Ganancias millonarias en dólares. Otro de los más grandes escándalos de nuestro tiempo. En el caso suramericano es una doble aberración, entre países hermanos. Sólo los pueblos pueden terminar con este escándalo, como deberían hacerlo con la presencia de tropas de USA en el territorio suramericano.

Hoy, como lo señalan quienes aún no han perdido la razón y la consciencia, necesitamos como primera medida una revolución en el pensamiento y el sentimiento. Sin esta revolución nada podremos hacer, como es evidente. Hay que pensar y sentir frente a la realidad de otra manera. La puerta de este cambio la tiene cada persona. El problema es que no las abrimos, nos paraliza el miedo y los hábitos sicológicos y físicos. Sino entendemos que permanentemente tenemos también, y en primer lugar, que hacer un trabajo interior cada uno de nosotros en cuanto a lo que es nuestra relación con el mundo y la forma de enfrentarla, estaremos fritos. Esto las Izquierdas tienen que tenerlo muy presente. Se requieren cambios de estructuras sociales, también cambios de mentalidad y sentimiento.

No podemos hacer una revolución con odio, por ejemplo, como han pensado algunos que se dicen anarquistas y pregonan en sus almas jóvenes e idealistas que hay que quemarlo todo. El mundo ha llegado a un punto crítico tal, que sólo se resuelve con la energía del amor. Lo cual no quiere decir no luchar, mantener una actitud pasiva, esperando que todos seamos buenos. Amor en el sentido de lograr tal onda de sentimiento a la hora de definir en nuestra mente la línea de justicia que orienta lo que queremos hacer. La palabra amor en este puto mundo la tienen secuestrada religiosos blandos, corruptos, que se refocilan en sus privilegios en el actual desorden establecido que denunció el propio Concilio Vaticano segundo, hoy sumergido por los jerarcas de la Iglesia como se sumerge a un torturado en una bañera llena de agua.

A propósito del pedido de indultos a asesinos que mataron al amparo de la fuerza del Estado a personas que estaban indefensas en sus manos, uno no puede dejar de pensar que la actual directiva de la Iglesia Católica está dando palos de ciego para levantar su alicaída autoridad moral dañada por los escándalos sexuales. Ayudan a esos militares tan católicos que mataron en nombre de la patria, y sientan constancia y manejo del debate de los temas morales de la sociedad. En este caso nada menos que sobre el tema del perdón, la justicia y la reconciliación.

Están pidiendo clemencia y perdón para asesinos de verdad que jamás han reconocido, y menos pedido perdón, por los crímenes atroces y cobardes que cometieron. ¿Desde un punto de vista religioso, es perdonado el pecador sin mediar arrepentimiento? No. En todos estos años nunca he escuchado a un militar decir: “lo que hicimos fue una barbaridad criminal, me arrepiento profundamente”. Al contrario, están, al menos es lo que dicen, convencidos de que salvaron al país.

Lo más indignante, es que estos curas que piden indultos para esos militares, como Errázuriz y los otros, se atreven a plantear semejante propuesta a la sociedad sólo porque cuentan con el amparo del prestigio fundamental que alcanzó la Iglesia Católica en el país debido a su papel en defensa de los derechos de la persona humana y los derechos sociales durante la dictadura. Dictadura de la cual muchos de estos curas fueron cómplices, que también los hubo de sotana. Pensemos sino en Ángelo Sodano. El Cardenal Raúl Silva Henríquez estaba vetado en el canal 13 de la Universidad Católica. Muchos, muchísimos católicos apoyaron la dictadura, y muchos trabajaron en ella. Las actuales autoridades de la Iglesia lucran de aquel pasado, que paradojal y comprensiblemente se niegan a recordar y señalar como ejemplo de valentía y consecuencia moral.

miércoles, 21 de julio de 2010

JOSÉ SARAMAGO


Por Armando G. Tejeda (Columnista diario La Jornada de México)

Texto tomado del diario Fortín Mapocho


El niño de infancia pobre y pies descalzos, hijo de campesinos sin tierra; el comunista libertario que abrazó con igual intensidad sus ideales y las palabras, José Saramago falleció este viernes en su casa de la isla canaria de Lanzarote. Desde hace años padecía leucemia y las consecuencias de la edad, 87 años. Por la mañana se despertó, desayunó y charló con su mujer, Pilar del Río, sobre las novedades de este mundo “en crisis”, le empezó a doler un poco el pecho y, a las pocas horas y sin dolor, cerró los ojos.

Murió uno de los grandes escritores del siglo XX, un autor que escribió hasta su último hálito de vida, un novelista, poeta y ensayista que, además, ha sido el único literato portugués en recibir, en 1998, el Nobel de Literatura. Un comunista libertario que compartió con los indígenas mexicanos su hambre de justicia e igualdad.

A partir de 2007, cuando una neumonía lo puso al borde de la muerte, Saramago administraba su energía con celo: escribir y, si acaso, alguna salida extraordinaria para apoyar alguna causa justa –como ocurrió con la activista saharahui Aminatu Haidar, cuando ésta realizó una huelga de hambre– o para presentar sus libros más recientes.

Su convicción de “escribir para desasosegar” lo mantuvo siempre activo, ya sea adentrándose en esos universos literarios que creaba a partir de supuestos imposibles, con su blog personal o, incluso, en la redacción y firma de algún comunicado sobre uno de los graves y diversos atropellos que le tocó presenciar.Saramago vivió sus últimos años con el mismo ritmo de lectura y de escritura que cuando inició su andadura literaria, allá a finales de los años 60 –incluso “más”, llegó a contar Pilar del Río.

Fue un escritor “tardío” y autodidacta que nació en un recóndito pueblo de la provincia portuguesa, Azinhaga, en 1922, donde sus padres eran campesinos y analfabetos, incluido su abuelo, de quien heredaría su atracción por la cultura, el arte y la magia de las palabras. Pero también sus hondísimas convicciones políticas, rebeldes, la de esa clase obrera marcada por guerras y por hambrunas que asolaron a Europa en el siglo pasado, la de esos comunistas perseguidos por las dictaduras y el fascismo que mantuvieron viva la llama de su pensamiento. “He sido, soy y seré un comunista. Un comunista libertario”, repetía sin un ápice de resignación.

“Sólo yo sabía, sin conciencia de saberlo, que en los ilegibles folios del destino y en los ciegos meandros del acaso había sido escrito que tendría que volver a Azinhaga para acabar de nacer”. En esta frase, extraída del primer y único libro de memorias del Nobel, Las pequeñas memorias [Alfaguara], se resume el cariz con que Saramago afrontó la reconstrucción de su niñez, una época que, dijo, es la única que importa en la historia de los hombres, pues en ella forja el carácter, las filias y fobias de lo que somos después.

Y Saramago, después de esa niñez de hambre, frío y carencia, siempre bajo la severidad de un padre estricto y hasta cruel, empezó a recorrer su historia vital.

De joven fue, por supuesto, campesino, pero también fue mecánico automotriz, contador, vendedor de seguros, aprendiz de reportero y, finalmente periodista, como antesala a su oficio y “refugio” definitivo: escritor.

A pesar de que siempre había estado en la sombra, sobre todo como autor de poesía, Saramago era prácticamente desconocido hasta que, en 1982, publicó Memorial del convento.

A partir de ahí vendría una actividad literaria frenética, grandes títulos con escaso tiempo de diferencia, que a la postre se convertirían en el principal argumento para que fuera reconocido con el Premio Nobel de Literatura 1998.

Se trata de obras ya clásicas, como La muerte de Ricardo Reis, La balsa de piedra, El evangelio según Jesucristo y Ensayo sobre la ceguera. Tan crueles como Dios.

José Saramago no sólo fue un arriesgado militante del Partido Comunista portugués durante la dictadura de Salazar, sino también fue un escritor que suscitó, desde sus primeros libros, reacciones encontradas, en ocasiones ríspidas por su forma de narrar los acontecimientos.

En uno de sus últimos encuentros con la prensa en Madrid, en noviembre del año pasado, Saramago habló de lo que ya entonces parecía inminente y cercano, su propia muerte y sobre la idea cristiana de la pena eterna.“

La muerte no me importa. Pero sí me afecta desde un punto de vista muy egoísta, porque es finalmente el estar y ya no estar. Eso es la muerte: el haber estado y ya no estar. Que estaremos en la vida futura, puede que sí. Pero lo que no puedo aceptar es que alguien me diga que mis pecados los pagaré en el infierno y que ahí me quedaré por toda la eternidad. Crueles somos nosotros los hombres que concebimos la pena perpetua […] Tan crueles como Dios somos los seres humanos. La idea de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza se invierte; nosotros hemos creado a Dios a nuestra imagen y semejanza.”

En ese encuentro también reveló una cuestión vieja y constante: “Hay una pregunta que persigue a los escritores, ¿por qué escribir? Como decía el filósofo griego el movimiento se demuestra andando, y la razón de escribir en el fondo no es más que eso: escribir. Pero hay otra pregunta más compleja, ¿para qué se escribe? Y eso depende del punto de vista. A lo mejor yo hace unos cuantos años no sabía decir para qué escribía, pero ahora lo tengo bastante claro. Yo no escribo para agradar ni para desagradar. Yo escribo para desasosegar. Algo que me gustaría haber inventado, pero que ya lo inventó Fernando Pessoa, El libro del desasosiego. Pues a mí me gustaría que todos mis libros fuesen considerados libros para el desasosiego.”

Los restos mortales de Saramago fueron velados en uno de sus últimos grandes proyectos, la Fundación José Saramago, con sede en la isla de Lanzarote y desde la que Pilar del Río pretende seguir difundiendo su palabra y pensamiento, su desasosiego. Un desasosiego que él mismo alimentó con sus hallazgos intelectuales, con sus máximas, como aquella que expresó con la voz entrecortada y una debilidad física que hizo sospechar a muchas personas que aquellas palabras pronunciadas en un homenaje en Madrid en noviembre de 2007 eran una especie de despedida, de epitafio en vida: “Si la belleza hubiese vencido a la barbarie, el mundo, quizá, hubiera tenido futuro”.

El gobierno de Portugal decretó este sábado y el domingo días de luto nacional en memoria del escrito.

De acuerdo con el diario español El País, José Saramago dejó unas 30 páginas de una nueva novela titulada Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, en la que hace una reflexión acerca del tráfico de armas; y añade que el próximo libro que publicará Alfaguara se titula José Saramago en sus palabras; y en julio se estrenará el documental José y Pilar [unión ibérica] producida por Pedro Almodóvar y Fernando Meirelles, y dirigida por Miguel Mendes.

Fuente: Angélica Gallón Salazar -escribe para El Espectador-

martes, 13 de julio de 2010

Bicentenario en la Universidad Católica de Chile: Luchando contra el elitismo




Por Pedro Armendariz

El Bicentenario de la República encontrará en la Universidad Católica, antiguo bastión de la derecha gremialista, a una Federación de Estudiantes renovadora y vigorosa que exige cambios profundos. En noviembre de 2009 ganó, por segunda vez consecutiva en la FEUC, el movimiento de centro-izquierda Nueva Acción Universitaria (NAU) con el 55 por ciento de los votos. El presidente es Joaquín Walker Martínez, 26 años, estudiante de 5º año de derecho. Vivió su infancia en Coyhaique, donde cursó estudios básicos y medios. Es sobrino de los parlamentarios democratacristianos Ignacio y Patricio Walker. Pero el dirigente universitario tiene una sintonía política mucho más avanzada.
¿Cómo nació el movimiento Nueva Acción Universitaria?
“A fines del 2008 nos juntamos un grupo que teníamos cierta afinidad política y que nos reuníamos en el Consejo de Presidentes de Centros de Estudiantes de la UC. Pensamos hacer algo juntos pero al principio éramos sólo cinco personas. Empezamos a crecer y decidimos postular a la Federación de Estudiantes, entonces en manos del gremialismo. Salimos con mucha fuerza y convicción a los patios, haciendo una campaña bastante épica que fue entusiasmando a muchos con la política universitaria. Ganamos la Federación en la segunda vuelta con el mayor número de votos en la historia. Estuvo tan bien el desempeño de esa directiva, que volvimos a ganar el 2009 por más de mil votos, en primera vuelta”.
¿Qué relación tiene el NAU con los partidos? ¿Usted tiene militancia?
“Yo no tengo militancia, y este movimiento no tiene vinculación directa con los partidos. Pero sí hay gente que milita, y esto nos interesa mucho. Reivindicamos la política como herramienta de transformación social: que los jóvenes nos metamos en política, que la queramos y aceptemos que desde ahí se hacen los cambios más importantes que necesita el país.
No nos parece bien recibir órdenes de ningún partido, pero hay gente que está en sintonía y coordinación con los partidos. Eso nos parece bien y legítimo. Pero tenemos nuestra propia forma de trabajar, por la universidad y el país. Esto es algo que también pasaba en la época de la reforma. A Miguel Ángel Solar, militante de la Democracia Cristiana, el ministro del Interior, Bernardo Leyton, le pidió no hacer la toma de la UC, pero la hicieron igual”.
La reforma de los 60¿Es un referente la reforma universitaria impulsada en los sesenta?
“Nuestro movimiento político es muy similar a otros que ha habido en la UC. No nos atribuimos el mérito de ser los únicos ni los primeros cercanos a la reforma. Muchos movimientos han tenido esta vinculación emocional y práctica, pero creemos que hemos sabido plasmarlo de cierta manera y mantenerlo.
Valoramos muchísimo el ímpetu de esa generación de los sesenta: el ánimo crítico y activo que generó cambios. Sabemos que estamos en un contexto cultural distinto, pero queremos inyectar a este movimiento esa fuerza de antaño, que hoy la tenemos muchos jóvenes.
Nos hemos dado cuenta que estamos planteando temas similares a los de entonces, como es vincular la universidad con el país, estar en sintonía con la realidad, ser una UC atenta a los cambios sociales.
Valoramos el ánimo que había entonces de trabajar con la comunidad universitaria, es algo que hemos tratado de reforzar. El trabajo con los sindicatos, con los profesores, administrativos, etc.”.
¿Cómo evalúa la participación estudiantil en la política universitaria y nacional?
“Seguimos siendo una generación bastante apática, despolitizada, con mucha carencia ideológica. Nosotros hemos sabido despertar y generar apoyos electorales masivos. Junto con instancias de discusión más amplias, espacios de encuentro y diálogo para contribuir a la universidad y al país.
Hay carreras donde se da más espacio a los estudiantes. El problema es que en los Consejos de Universidad y de Facultad, los estudiantes tenemos derecho a voz pero no a voto. Contamos con un espacio simbólico. Se nos escucha bastante, pero no tenemos la capacidad de decidir.
Creemos que en la participación hay dos temas: uno, los espacios que tenemos, y otro los espacios que nos tomamos. Hemos tratado de inculcar la concepción de que tenemos que tomarnos esos espacios, y no sólo esperar que nos den la opción de estar.
Es lo mismo con la renovación en política: no basta con que nos den espacios, ni con cambiar las leyes y los partidos. También nosotros debemos tomarnos los espacios políticos. Queremos formar agrupaciones grandes, generar ruido. Como generación, tenemos que hacer una autocrítica sobre la capacidad que tenemos de tomarnos los espacios de participación pública”.
Elite universitaria¿Qué aspectos son centrales en el trabajo de la Feuc?
“Lo primero fue decir a los estudiantes que la Universidad es suya y que podemos generar cambios. Muchas veces nos preguntaron por qué estábamos en la UC, que mejor nos fuéramos a la Universidad de Chile con las ideas de cambios. Proponemos la necesidad de trabajar por la equidad en la Universidad. Hoy el setenta por ciento de los alumnos de la UC pertenece al quinto quintil (al 20 por ciento más rico del país). Es un grado de elitización que cuesta creer. Un dato muy fuerte, y la cifra ha ido aumentando”
¿Qué se puede hacer para ir revirtiendo esta tendencia?
“Esto ocurre por varias causas. Los altos costos de nuestra universidad, que está entre las que tienen los aranceles más altos del país. Luego, está el sistema de acceso. Hay una desigualdad escolar indudable, pero también mecanismos de selección universitaria cuestionables, como la PSU, que ha aumentado la brecha entre estudiantes que provienen de colegios municipales y particulares pagados.
Hemos pensado métodos de ingreso alternativos, propios de la Universidad, sin cambiar la estructura nacional. Es lo que estamos proponiendo. Generar algo semejante a lo que tiene la U de Chile. Un sistema propedeútico que toma a los mejores alumnos de los colegios municipales más pobres, y entre ellos da acceso directo a los que tienen mejor asistencia y notas. Proponemos más becas y beneficios para que los estudiantes con menos recursos puedan ingresar a la UC. Estamos organizando la beca Cardenal Raúl Silva Henríquez, que se financia con aportes voluntarios de toda la comunidad universitaria”.
Universidad distante¿Cómo afecta a la vida universitaria esta homogeneidad de clase social entre los estudiantes?
“Quiénes componen la universidad es muy importante, porque afecta la calidad de la enseñanza y el aprendizaje. Estar sólo con compañeros que vienen de una misma realidad social, con una cultura similar, enriquece poco una sala de clases y la visión del mundo de los alumnos”.
¿Está alejada la Universidad Católica de los problemas más serios del país?
“Si bien entre los principios de la UC está vincularse con la sociedad y trabajar por el país, lo ha hecho con poca fuerza. Eso nos ha impulsado a llevar el trabajo que estamos haciendo hoy.
La UC ha tenido un liderazgo muy importante con el país, pero de poca vinculación concreta con sus problemas reales, y particularmente con los sectores más excluidos y marginados de la sociedad. Esto se refleja en la falta de énfasis que hay hacia lo público. Se están formando profesionales que van a la empresa privada principalmente. No tiene nada de malo, pero lo malo es cuando todos los énfasis están puestos en el sector privado, y las opciones para formarse como un profesional al que le interese, apasione y sea bueno en lo público, son pocas”.
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar en la emergencia y la reconstrucción tras el terremoto?
“Lo vivido ha sido un buen ejemplo y aporte. Va muy en la línea de lo que planteamos para esta universidad. Con el terremoto, la UC ha cambiado muchas de sus mallas. Ha puesto recursos para que ramos, investigaciones y prácticas se vuelquen en cierta medida a la etapa de emergencia y a la reconstrucción del país.
Hemos visto mucho ánimo en los estudiantes para contribuir con la sociedad. El voluntariado ha movido más de tres mil estudiantes en este tiempo. Pero no basta la voluntad de los estudiantes. Es necesario que los ramos de estudio se dediquen a problemas reales. Queremos aprovechar la tragedia para que la universidad mantenga esta relación con la sociedad”.
¿Cómo ha reaccionado la comunidad ante la ayuda estudiantil?“Ha habido muy buena relación. Los municipios, en una primera etapa, estaban aceptando todo, por el gigantesco estado de necesidad, incertidumbre y falta de recursos. Hemos tratado de firmar contratos con los municipios, para que no se queden en palabras, determinando lo que vamos a hacer y estableciendo el compromiso de un trabajo coordinado. Atender a los problemas sociales debiera ser siempre el rol de la universidad”.El Gremialismo se limita a plantear en su propuesta estudiantil a la excelencia académica. ¿Qué valor dan ustedes a tal aspecto?
“La UC tiene una preocupación con la excelencia, y está bien. Las universidades deben tener esa preocupación. Pero la diferencia está dónde enfocas esa excelencia. ¿Hay que tener excelencia para estar en los mejores puestos en las mediciones internacionales? Es una meta que se ha propuesto constantemente la UC. Puede ser válida, ¿pero para qué más? Lo importante es ser de las mejores universidades, pero para servir al país. Preocuparnos de que la educación sea una herramienta de movilidad social. Entregar conocimientos a la sociedad entera, abrirnos y generar cambios estructurales. Trabajar también temas como la desigualdad social, las injusticias en general, en un país que sufre particularmente de ellas. Esto no lo hacemos”.
¿Qué reformas proponen ustedes a la educación superior en general?
“Proponemos cambios en la institucionalidad, en el financiamiento y el acceso, y énfasis en la educación técnica.
En la institucionalidad pedimos que se amplíe el concepto de las universidades tradicionales, para que cumplan su rol público. Creadas después de 1981, son un aporte a la sociedad. Cumplen un rol público porque educan a todos los sectores, tienen buena calidad, investigación con llegada a los sectores más excluidos y marginados, dan instancias de representación democrática interna.
Queremos que esta nueva institucionalidad ratifique con un aporte preferencial financiero a las universidades de propiedad estatal. Es ridículo que la Universidad de Chile reciba sólo un 14 por ciento de aporte estatal para sus gastos.
Queremos que se revaloricen especialmente las sedes regionales, que están condicionadas por los poderes económicos locales y por muchas trabas burocráticas del Estado.
Queremos que las universidades privadas con rol público reciban un aporte importante del Estado.
Por último, creemos que la nueva institucionalidad debe generar un Consejo de Instituciones de Educación Superior, que abarque a las universidades estatales, las privadas con rol público, y también a los institutos profesionales y centros de formación técnica, para darles un papel preponderante en la coordinación y la toma de decisiones políticas de este Consejo”.

sábado, 10 de julio de 2010

KRISHNAMURTI Y LA NECESIDAD DE UN CAMBIO RADICAL


Por Pedro Armendariz

El año 1935 visitó Chile, por única vez en su vida, el pensador nacido en India, Jiddu Krishnamurti. En la ocasión ofreció cuatro pláticas, tres en Santiago y una en Valparaíso. Leyendo lo que fue su tercer encuentro en Santiago, llama la atención que los temas que se discutían entonces sean los mismos de hoy.

A continuación, parte de lo hablado en Santiago entre Krishnamurti y un grupo de chilenos, el 8 de septiembre de aquel año:

Pregunta: ¿Qué tiene usted que decir con respecto al tratamiento que se da a los delincuentes?


Krishnamurti: Todo depende de quiénes sean los que usted llama delincuentes. Una persona con trastornos patológicos no es un delincuente y resulta insensato encarcelarla. Necesita atención y cuidado médico. Una persona que roba con deliberación, por lo general es calificada de delincuente. A menos que sea un caso patológico, roba porque hay una insuficiente satisfacción de sus necesidades vitales. ¿Qué sentido tiene, entonces, convertirla en delincuente arrojándola dentro de una cárcel? Es el resultado de condiciones económicas crueles, absurdas y explotadoras. No es el verdadero delincuente, sino que lo es todo el sistema de codicia que crea al explotador.
Hay todavía otro tipo de hombre al que también se califica de delincuente; sus ideas, por ser verdaderas, se vuelven peligrosas, y ustedes se libran de él enviándolo a la cárcel o matándolo.
Mediante su propia acción, o bien uno crea las condiciones que dan origen al así llamado delincuente, o destruye aquellas limitaciones que ocasionan dolor.


Pregunta: Se dice que usted es un agente del gobierno inglés, y que su discurso contra el nacionalismo formo parte de un vasto plan de propaganda dirigido o mantener a la India sojuzgada y dentro del Imperio Británico. ¿Es eso cierto?


Krishnamurti: Me temo que no es cierto. Es más bien absurdo que, cuando uno dice lo que piensa al respecto, le digan que es agente de alguna causa o algún país. (Risas) Para mí, el nacionalismo, ya sea en Chile, Inglaterra o la India, es destructivo. Separa a los seres humanos, causa muchos males. El nacionalismo es una enfermedad terrible. Cuando digo esto, aquellas personas de otros países que tienen intereses creados aquí o en cualquier país que no sea el propio, están muy de acuerdo; y aquéllas para quienes el nacionalismo es un instrumento de explotación de su propio pueblo, se muestran muy contrarias a ello. El nacionalismo es, al fin y al cabo, un sentimiento falso estimulado por intereses creados y usado para el imperialismo y la guerra.


Pregunta: Lo que usted dice contra el nacionalismo, ¿no es perjudicial para el bienestar de las naciones más pequeñas? ¿Cómo podemos nosotros, en Chile, abrigar la esperanza de mantener nuestra integridad y nuestro bienestar nacional, a menos que nos sintamos intensamente nacionalistas y nos defendamos contra las naciones más grandes que buscan controlamos y dominamos?


Krishnamurti: Cuando usted habla de sostener su integridad y bienestar nacional, quiere decir desarrollar su propia clase particular de explotadores. (Risas) No piense desde el punto de vista de Chile o de cualquier otro país; vea a la humanidad como algo total.
Ayer, mientras paseaba por el campo, había una hermosa puesta del Sol. Las montañas y la nieve fulguraban puras, bellas. Un labriego, literalmente en harapos, pasó junto a nosotros. Algunos poseen dinero como para vivir cómodamente y disfrutar del lujo y la belleza de la existencia; otros tienen que trabajar de la mañana a la noche desde la más tierna edad hasta que mueren, sin tiempo libre, sin esperanza alguna. En todos los países permitimos esta crueldad, este horror. Hemos perdido nuestros sentimientos más delicados y nos estamos destruyendo a causa del miedo y de la codicia.
Por cierto, para abolir la pobreza ustedes tienen que pensar como seres humanos, no como seres nacionales. Sólo puede existir la humanidad, no la cruel división de razas y el absurdo infantil del nacionalismo. ¿Por qué no es posible dar origen a un estado de cosas así, feliz, inteligente? ¿Quién lo impide? Cada uno de ustedes, porque piensa en términos de Chile, Inglaterra, India o algún otro país. Tal como las creencias dividen a la gente, así han dejado ustedes que las fronteras destruyan la unidad del hombre. Sobre cada uno de ustedes y no sobre una cosa indefinida llamada la masa, recae la responsabilidad de producir la unidad y felicidad humana.


Pregunta: Usted cree, aparentemente, que todos los sacerdotes son unos bribones. (Risas) En la iglesia católica hay muchos hombres grandes y santos, ¿A éstos también los llama explotadores?

Krishnamurti: A causa del temor, uno crea la autoridad, y el sometimiento a ella genera explotación. Mediante nuestros propios deseos y temores, hemos creado las religiones con sus dogmas, credos y todo su espectáculo y su pompa. Las religiones, como creencias organizadas con su interés establecido, no conducen al hombre hacia la realidad. Se han convertido en maquinarias de explotación. (Aplausos) Pero son ustedes los responsables de que existan. La mente debe liberarse de las ilusiones creadas por el temor, esas ilusiones que ahora parecen ser una realidad. Cuando la mente sea simple, directa, capaz de pensar con verdad, no creará explotadores.

Pregunta: ¿Cómo puede ser posible el bienestar individual, hasta que no haya un movimiento de masas que desaloje del poder a los explotadores capitalistas? El movimiento de masas, por cierto, debe venir primero a fin de facilitar el camino a los de abajo, y sólo entonces habrá una oportunidad igual para todos.


Krishnamurti: Poner primero una cosa o la otra, el bienestar individual o la acción colectiva, debe finalmente obstaculizar la realización plena del hombre. La verdadera realización origina tanto el bienestar de la totalidad como el del individuo. ¿Qué es eso que llamamos la masa? Son ustedes. No puede haber una genuina acción colectiva, sin la comprensión individual. Un movimiento de masas semejante es, en realidad, el resultado de un claro pensar y actuar por parte de cada individuo. Si cada uno de ustedes se limita a decir que debe haber una acción colectiva, entonces tal acción jamás tendrá lugar, porque estarán eludiendo la responsabilidad individual que les corresponde en la acción. Cuando un hombre depende de la acción de la masa, él mismo está, de hecho, temeroso de actuar.
Si ha de haber un cambio radical, completo, usted, el individuo, debe darse cuenta de las limitaciones que ahora mutilan su mente y su corazón. Al liberarse cada uno de ustedes de esas esperanzas y ambiciones egoístas, ilusorias, de esas crueldades, habrá una cooperación inteligente y no esta compulsión y explotación humana.

Pregunta: Usted predica ideas revolucionarias, pero ¿cómo puede salir algo realmente bueno de ellas a menos que organice un grupo de seguidores, que produzcan una revolución de hecho? Si usted está contra la organización, ¿cómo puede alcanzar alguna vez cualquier resultado?

Krishnamurti: Ustedes no pueden seguir a nadie, incluyéndome a mí. Gracias a su propia comprensión espontánea, crearán cualquier organización que sea necesaria. Pero si se les impone una organización, se volverán meros esclavos de esa organización y serán explotados. Como hay tantas organizaciones que ya los están explotando, ¿de qué sirve agregarles otra más? Lo importante es que cada uno de ustedes comprenda fundamentalmente, y de esa comprensión surgirá una organización genuina que no impedirá la plena realización del individuo.

Pregunta: ¿Piensa usted que la Liga de las Naciones tendrá éxito en impedir una nueva guerra mundial?


Krishnamurti: ¿Cómo pueden cesar las guerras mientras existan las divisiones de nacionalidades y de gobiernos soberanos? ¿Cómo puede prevenirse la guerra cuando hay divisiones de clase, explotación, cuando cada uno está buscando su propia seguridad individual y creando temor? No puede haber paz en el mundo si cada uno de ustedes está subjetivamente en guerra. Para producir verdadera paz en el mundo, de modo que el hombre no sea matado despiadadamente por un ideal llamado prestigio, honor nacional - que no es sino interés creado -, usted, el individuo, tiene que liberarse de la codicia. Mientras ésta exista, habrá por fuerza conflicto y desdicha. Así que, para resolver el dolor humano, no recurran meramente a un sistema, sino vuélvanse inteligentes. Desechen todas las estupideces que ahora abruman la mente, y piensen de una manera nueva, simple y directa con respecto a la guerra, a la explotación y a la codicia. Entonces no necesitarán esperar que los gobiernos, que actualmente no son sino expresiones del interés establecido, cambien las absurdas y crueles condiciones que imperan en el mundo.