lunes, 19 de mayo de 2014

MONÓLOGO EN LA SALA DE REDACCIÓN ACERCA DEL CALVARIO DEL PERIODISTA



Por Pedro Armendariz

El diagnóstico que usted describe de la situación es tan lamentable que hemos de proceder con cautela y prudencia. Para qué nos vamos a complicar la vida, tenemos una máquina que funciona, nos ha costado levantarla y no digamos mantener en pie.

Y viene usted esta mañana con sus propuestas editoriales fuera de tono. No se da cuenta de que si abrimos el boquete de la crítica y damos el toque de alarma, quién sabe dónde vamos a ir a parar. Olvídese usted de la ecología, los problemas vecinales y el armamentismo. 

Le quiero dar un consejo joven colega.

Soy un periodista no tan viejo que quiere sobrevivir a una muerte profesional prematura. Mi meta a su edad, reporteando por las calles de la ciudad de campeones a cincuenta lucas mensuales, era acomodar un día el culo en el sillón del director.

Usted todavía es joven, no pierda el tiempo, reconozca que hay que tener ambición en la vida, metas que lo motiven a uno a saltar de la cama cada mañana al alba.

Soy sincero con usted, le confieso que me preocupan los jóvenes, afortunadamente cada día más escasos, que en esta sala de redacción olvidan que el arriendo del departamentito y las visitas al líder son posibles gracias a la bendita publicidad remunerada y otras menestras, a veces suculentas, que hacemos y recibimos de empresas e instituciones privadas y de las otras.

Me ofusca que después de cinco años estudiando periodismo en una universidad, el anhelo de estos jóvenes, que uno quisiera ver avanzar en la vida gracias a su talento, no vaya más allá del intento de convertir su quehacer en una piedra en el zapato de quienes nos dan de comer.

Además, y usted está a tiempo de no caer en el mismo error, piensan que vamos a vender más diarios hablando de mares contaminados y esquilmados, o de mineras acabando con el agua dulce, o del faltante catastro de las aguas subterráneas del desierto.  

Todos ellos problemas que nadie puede solucionar y están alejados de la vida y las preocupaciones de la gente normal.

No sé quién le contó que el periodismo tiene por vocación ponerle las peras a cuatro al poder, y que el suicidio económico consiguiente puede provocar una toma de conciencia en la población que va a correr al kiosco a comprar el diario.

Si este milagro social llegara a suceder, tendríamos que irnos para la casa por la fuga de la publicidad y los servicios remunerados al poder.

Usted, creo estar seguro, está de acuerdo con Rafael Correa en lo de la prensa corrupta, y en que la única información verosímil es la de los medios oficiales. Le sugiero que intente irse a trabajar a la televisión nacional, si no le gusta este diario y la libre empresa.

Tengo un amigo en el canal que le puede echar una mano.