jueves, 27 de diciembre de 2012

CAJONES PERUANOS EN BARRIO YUNGAY DE SANTIAGO DE CHILE




Por Pedro Armendáriz

A contrapelo del juicio de La Haya, el 16 de diciembre pasado, día domingo de la semana en que terminaron los alegatos de los abogados en Holanda, en la Plaza Yungay se celebró una fiesta dedicada a la música afro-suramericana, con especial relevancia a la cultivada en Perú teniendo por centro de su expresión al cajón peruano.

Magistralmente, el presentador del espectáculo y los músicos que participaron no hicieron la menor mención al juicio entre los estados chileno y peruano, pero el acto en su conjunto fue una denuncia de la estupidez del mismo, y una manifestación elocuente y robusta de la confraternidad y compartimiento que existe del patrimonio y la creación cultural entre los países suramericanos, particularmente entre Chile y Perú.

Músicos de ambos países y de otros suramericanos pasaron por el escenario. El conjunto de Cajones peruanos de la Plaza Yungay, compuesto por más de treinta personas de diferentes países, es un ejemplo de ello. Cada domingo se juntan por la tarde en plena plaza a realizar sus ensayos.

En la fiesta afro-suramericana actuaron también José Seves junto a Elizabeth Morris, y Joe Vasconcellos acompañado por los cajones de los percusionistas de Plaza Yungay.

La plaza en sí tiene una connotación histórica relacionada con la fiesta musical de hermandad. Su nombre es el de la localidad donde fue una de las lamentables batallas de la guerra de 1879. Al centro de ella está un monumento al roto chileno, el pobre de uniforme partícipe de aquella guerra. Una placa adosada canta la alabanza a las “virtudes cívicas y guerreras” de los chilenos. Otra placa, en el costado opuesto del monumento, es un presente peruano que dice: “a los obreros chilenos de sus hermanos peruanos”.

Hoy en el barrio Yungay de Santiago vive un numeroso conjunto de inmigrantes peruanos que han llegado a Chile los últimos años. La agrupación En Defensa del Barrio Yungay ha tenido gestos y acciones integradoras hacia los inmigrantes peruanos y de otros países que están viviendo aquí. La convivencia barrial es tranquila, pero circula por carriles separados, hay muy poco contacto personal entre unos y otros, salvo momentáneo en algún almacén o centro de llamadas gestionado por inmigrantes.

La fiesta del 16 de diciembre pasado fue una magnífica instancia de encuentro. Entre nosotros el nacionalismo es un veneno, probablemente mortal.