Por Pedro Armendáriz
A contrapelo del juicio de La Haya, el 16 de diciembre
pasado, día domingo de la semana en que terminaron los alegatos de los abogados
en Holanda, en la Plaza Yungay
se celebró una fiesta dedicada a la música afro-suramericana, con especial
relevancia a la cultivada en Perú teniendo por centro de su expresión al cajón
peruano.
Magistralmente, el presentador del espectáculo y los músicos
que participaron no hicieron la menor mención al juicio entre los estados
chileno y peruano, pero el acto en su conjunto fue una denuncia de la estupidez
del mismo, y una manifestación elocuente y robusta de la confraternidad y
compartimiento que existe del patrimonio y la creación cultural entre los
países suramericanos, particularmente entre Chile y Perú.
Músicos de ambos países y de otros suramericanos pasaron por
el escenario. El conjunto de Cajones peruanos de la Plaza Yungay, compuesto por más
de treinta personas de diferentes países, es un ejemplo de ello. Cada domingo
se juntan por la tarde en plena plaza a realizar sus ensayos.
En la fiesta afro-suramericana actuaron también José Seves junto
a Elizabeth Morris, y Joe Vasconcellos acompañado por los cajones de los
percusionistas de Plaza Yungay.
La plaza en sí tiene una connotación histórica relacionada
con la fiesta musical de hermandad. Su nombre es el de la localidad donde fue
una de las lamentables batallas de la guerra de 1879. Al centro de ella está un
monumento al roto chileno, el pobre de uniforme partícipe de aquella guerra.
Una placa adosada canta la alabanza a las “virtudes cívicas y guerreras” de los
chilenos. Otra placa, en el costado opuesto del monumento, es un presente
peruano que dice: “a los obreros chilenos de sus hermanos peruanos”.
Hoy en el barrio Yungay de Santiago vive un numeroso conjunto
de inmigrantes peruanos que han llegado a Chile los últimos años. La agrupación
En Defensa del Barrio Yungay ha tenido gestos y acciones integradoras hacia los
inmigrantes peruanos y de otros países que están viviendo aquí. La convivencia
barrial es tranquila, pero circula por carriles separados, hay muy poco
contacto personal entre unos y otros, salvo momentáneo en algún almacén o
centro de llamadas gestionado por inmigrantes.
La fiesta del 16 de diciembre pasado fue una magnífica
instancia de encuentro. Entre nosotros el nacionalismo es un veneno,
probablemente mortal.