viernes, 16 de octubre de 2009

TELEVISIÓN DIGITAL: OPORTUNIDAD PARA SALIR DEL POZO


Por Pedro Armendariz



La decisión del gobierno -dada a conocer por la propia presidenta Bachelet- de optar por la tecnología japonesa a la hora de introducir en el país la televisión digital, acentuó el incipiente debate acerca de qué rumbo ha de tomar en Chile el uso de este poderoso y muy influyente medio de difusión masiva.

Si bien para los televidentes la digitalización supondrá un gasto relativo en aparatos diversos, sus potencialidades técnicas -al permitir la posibilidad de aumentar significativamente el número de canales-, hacen abrigar la esperanza de pasos concretos en aras del pluralismo, la diversidad y la calidad de la televisión abierta en el país.

Desde que se empezó a hablar en Chile de la importación de la tecnología de televisión abierta digital, hace unos diez años, la Asociación Nacional de Canales de Televisión (Anatel), que reúne a los dueños y responsables de los actuales canales de televisión abierta, ha enfocado y se ha referido al tema sólo en sus aspectos técnicos, particularmente respecto a la norma o sistema digital que el país adoptaría, y la calidad superior de la imagen y el sonido que llegaría a cada televisor.

Como era de esperar, Anatel ha escamoteado el debate sobre aspectos de fondo, entre ellos la crítica a lo existente y la propuesta de alternativas al papel de la televisión, su subordinación financiera a la publicidad, la falta de pluralidad y diversidad de canales emisores, y la mala calidad del contenido de la programación.

El actual marco jurídico no permite a una persona o empresa acceder al beneficio de más de una concesión televisiva en una zona geográfica del país. Para que los actuales canales de televisión puedan transitar a lo digital y hacer uso de las nuevas señales que esperan recibir en concesión, sería preciso reformar las actuales Leyes 18.838 y 19.132, que regulan a la televisión en general y a la televisión pública, en manos de Televisión Nacional de Chile.

Para responder a esta necesidad de reforma legal que tienen los canales establecidos, el Gobierno presentó un proyecto de ley al Parlamento a fines del año pasado, que se encuentra en discusión en la Cámara de Diputados.

Frente a los cambios que se avecinan, los canales comerciales, incluyendo el canal público estatal, quieren seguir gozando de lo que obscenamente llaman la “torta publicitaria”, limitando las posibilidades de la digitalización a ser sólo una herramienta al servicio de nuevos y lucrativos negocios.

De tal forma, al abrir la televisión digital la posibilidad técnica de aumentar el número de canales, los detentadores del poder en la “industria de la televisión”, aspiran a la adjudicación el sesenta por ciento del nuevo espectro radioeléctrico digital televisivo abierto.

Los canales establecidos esperan que tal beneficio se les conceda sin más, sólo pasando por la ventanilla de la Subsecretaría de Telecomunicaciones, Subtel, sin hacer mención al contenido con que alimentarán a esa enorme capacidad medial. Su intento se encuentra expresado y defendido en el proyecto de reforma a la ley de televisión actualmente en trámite.

Esta aspiración de los actuales canales de televisión abierta es cuestionada desde varios frentes, entre ellos el Consejo Nacional de Televisión, universidades, catedráticos e investigadores, productoras y realizadores de televisión, canales regionales, locales y comunitarios de televisión, y personas e instituciones que esperan ingresar en el mundo de las empresas o de las iniciativas sin fines de lucro vinculadas a la emisión televisiva.

A pesar de la amplitud de este cuestionamiento, poco llega a la opinión pública, que se mantiene desinformada sobre los temas importantes que tienen que ver con la televisión. No se perciben intentos claros y efectivos por romper el cerco informativo para ampliar, profundizar y difundir el debate. La discusión en el Parlamento de la nueva ley de televisión constituye una oportunidad única para elevar las voces y animar un debate fructífero.


Papel de la televisión


Francisco Gedda, profesor de la Universidad de Chile, productor de televisión y director de la valiosa serie documental “Al Sur del Mundo” y del programa “Frutos del País”, sostiene que “en Chile y numerosos países del mundo, la televisión comercial generalista se ha convertido esencialmente en un instrumento de negocios y poder político. No representa ni construye identidades. Más bien, por su estructura intrínseca comercial, sirve a modelos de desarrollo que intentan en forma sistemática sobrepasar y destruir las identidades locales, para convertir al espectador en sujeto homogéneo de un consumo también homogéneo”.

“La diversidad de identidades, cuando se mantiene, es por resistencia cultural ante los grandes medios, y se expresa en redes de comunicación periféricas, marginales y generalmente precarias”.

“Hoy, supuestamente, los usuarios piden a los pocos canales de la televisión comercial generalista y homogénea del país, que satisfagan sus necesidades culturales y de información. Ante este supuesto, hay que plantear a cambio la necesidad de la existencia de múltiples actores o canales de emisión televisiva representativa, que generen y programen sus contenidos recogiendo y representando la identidad plural de las comunidades nacionales, acercándonos así a la ecuación “Comunicación = Democracia = Convivencia”.

Jorge Navarrete, presidente del Consejo Nacional de Televisión y ex director de Televisión Nacional de Chile durante dos períodos, señala que “en una sociedad muy desorganizada y desmovilizada como la chilena, la televisión en definitiva juega o pretende jugar el papel que tradicionalmente desempeñaba la plaza pública, y lo hace mal”.

“La importancia de la televisión para la cultura e identidad de comunidades concretas del país, la situación real de muchos grupos dentro de la sociedad está bastante determinado por cómo el resto de la sociedad los ve, y eso a su vez se refleja en su propia percepción. No es indiferente que en la televisión haya grupos que tienen una sobre representación, y otros que prácticamente no la tengan. No sólo en el tema político. Puede parecer banal una televisión con gente linda en pantalla, pero resulta que hay grupos sociales importantes, minorías significativas, que por no estar en televisión se ven afectadas al contribuir ello a su invisibilidad social”.

Jorge Navarrete agrega que en la actual coyuntura de la televisión chilena, cuando cumple cincuenta años este medio en el país, “el tema real es qué se quiere hacer con ella, y quién tiene poder para decir qué se hace”.

Luis Lillo, representante del comunitario Canal 3 de La Victoria, que lleva más de diez años en el aire, dice que “no necesitamos más canales de televisión en el país si van a mostrar lo mismo que ahora multiplicado por diez. No se justifica comprar aparatos de alta definición de imagen y sonido si no hay un cambio de contenidos. Nosotros apuntamos a la diversidad de contenidos”.

Hay en Chile veinticinco canales comunitarios de televisión abierta, ninguno con reconocimiento legal. En el proyecto de reforma de la Ley 18.838, por primera vez se los considera en un texto de carácter jurídico, junto a las televisiones regionales y locales.

Dada la importancia de la ley en trámite parlamentario, Luis Lillo reclama la realización de un plebiscito consultando a la población qué modelo de televisión prefiere entre distintas posibilidades.

“Nosotros esperamos que se nos conceda la posibilidad de desarrollar la televisión comunitaria con canales locales, regionales y nacional, en una red donde destaque la creación de contenidos, el compartir y la retroalimentación entre las televisiones comunitarias del país, que son una realidad”.

Marcelo Contreras, presidente del Observatorio de Medios Fucatel, pone el acento en la crítica al actual modelo de televisión pública, “que por diseño original no tiene gran diferencia con lo que es una televisión comercial. Esto es ya una anomalía, y plantea un debate sobre el rol que tiene que cumplir en un país democrático una televisión pública”.

“Un segundo problema tiene que ver con que el diseño de la televisión en Chile nunca fue democráticamente muy debatido, aquel paso temprano desde la televisión universitaria original a una simplemente comercial. El resultado ha sido que la televisión no cumple adecuadamente su rol social, cual es informar, orientar y entretener. Hay poca diversidad, los canales establecidos compiten en los mismos terrenos donde puedan tener más audiencia y publicidad”.


Digitalización y concesiones

Marcelo Contreras advierte que al discutirse hoy en el Parlamento el hecho de que con la televisión digital “se amplían las posibilidades de una capacidad mayor de canales, los canales actuales de televisión abierta han pedido se les dé en el ancho de banda seis megahertz a cada uno, lo que les permitiría levantar cuatro a cinco señales nacionales a cada uno de ellos, y ni siquiera se les pide en el proyecto de reforma a la Ley 18.838 concursar a esas nuevas concesiones. Solamente se les pide presentar un proyecto técnico y el orden de llegada a la ventanilla de la Subtel, en vez de abrir un concurso en el cual cada canal que aspire a tener más de una señal, diga qué puede ofrecer en ella, y no resulte al final que la concesión se limita a entrar al patrimonio de cada canal para venderla después o comercializarla como se le dé la gana”.

“La concesión, como su nombre lo indica, es una cesión por parte del estado de un bien escaso. El Consejo de Televisión ha planteado muy bien la idea de que frente a una ampliación del espectro, el gobierno, el estado, el país, tiene derecho a abrir un concurso para ver qué ofrece cada uno de quiénes postulan a tener más de una señal como oferta televisiva, y eso, me da la impresión que se ha evitado, que no se ha hecho”.

“Este es un tema tan relevante, que ameritaría la creación de una de esas famosas comisiones presidenciales con todos los sectores, muy plural, que debatiera muy en serio qué rol le cabe al estado para asegurar una mayor diversidad y pluralismo en los canales, y qué rol le corresponde a la televisión pública”.

“Hoy se da una situación donde es necesario hacer pesar ante los poderes establecidos en la televisión actual, el poder de la política, el poder de la sociedad. Los ciudadanos tienen que hacer oír su voz”.

Jorge Navarrete, señala que en el proyecto de ley en trámite parlamentario “se trasunta permanentemente que la razón para regular la televisión es técnica, dado que el espectro radioeléctrico es limitado. Ahora bien, la apropiación privada del espectro es imposible en el marco institucional, pero el sistema entonces se arma de modo que se reproduzca lo más parecido posible a un mercado privado operando en la televisión”.

“Frente a eso, el Consejo afirma que la parte técnica es interesante, pero no es ni por lejos el tema principal nuestro. De esas diferencias, aparentemente sólo teóricas, se derivan una serie de cosas. Nosotros creemos que el proyecto de ley adolece de hablar poco de contenidos, muy poco de televisión cultural o de fomento a la televisión regional. Muchos aspectos del proyecto podrían haber estado en una relación simplemente técnica”.

“Chocamos con muchos intereses, porque tenemos una concepción distinta de por qué hay que regular. Pensamos distintos acerca de quiénes pueden o no ser titulares de concesiones, cómo se deben otorgar, qué duración deben tener, etcétera. Esto último se ha discutido un poquito más, porque toca muy directamente intereses muy concretos”.

“Lo que hay otra vez al final es una tremenda lucha entre grupos industriales apoyados por los respectivos gobiernos para repartirse un mercado de un viaje. Esto no es novedad, ocurrió con la llegada de la televisión a color”.

“Ante la digitalización las autoridades no han estado dispuestas a un debate, menos a promoverlo, incluso en el tema de la norma”.

“Siempre el poder fáctico, el poder real, prefiere arreglar las cosas en una sala cerrada, aunque tenga que transigir. Lo que nunca le es cómodo es la discusión abierta. Por otro lado, las voces de la cultura, de la universidades, los partidos de izquierda y de izquierda extraparlamentaria no se escuchan, y este es el momento de hablar”.


Financiamiento de televisión pública

Francisco Gedda manifiesta que “los hechos demuestran que finalmente la programación de la televisión abierta se ajusta a las necesidades de la publicidad. La Asociación Nacional de Anunciantes, Anda, que reúne a noventa grandes anunciantes, es en Chile, en términos de resultados, el verdadero Consejo Nacional de Programación, funciona como agente concentrador y homogenizador de la televisión chilena”.

”Cuando la publicidad se convierte en el factor principal de la generación de recursos, pasa a ser la preocupación predominante de los canales, y distorsiona gradualmente la programación y los objetivos generales de la televisión pública”.

Jorge Navarrete agrega que “es ocioso hablar de una televisión pública autónoma e independiente sino tiene una base material que haga eso posible. La televisión sin publicidad es posible cuando e está dispuesto a pagar por ella. La razón fundamental por la cual Chile no tiene una BBC, es porque los chilenos no han estado dispuestos a poner la billetera donde ponen la boca. La BBC se financia con el pago de los televidentes por cada televisor que poseen. En Chile se propuso esto en 1970 al crear Televisión Nacional, y no fue aceptado por ningún sector político”.

“En el actual modelo de televisión pública en Chile, la idea es ganar mucha plata haciendo buenos programas de entretención, para financiar parcialmente también programas que hagan la diferencia. Esto de repente parece haberse olvidado, y se cree que el financiamiento de la televisión pública es lo mismo que el financiamiento de cada programa. Televisión Nacional ha perdido el enfoque. Los criterios empresariales se convierten en un peligro para la televisión pública, que llega a ser igual que la demás televisión”.

Marcelo Contreras, sostiene que “el problema de la televisión pública no es de financiamiento. Lo primero es definir lo que queremos, y después ver cómo lo financiamos. En todo caso me pareció muy interesante la idea de Francia de no permitir publicidad en la televisión pública, y, a cambio, que sea financiada por los canales comerciales a través de impuestos. También creo que la idea de que el estado no puede invertir en pluralismo, en democracia, en expresión de diversidad, es anacrónica”.

Por su parte Luis Lillo, a nombre de los canales comunitarios, expresa que están pidiendo “que el cincuenta por ciento de lo que gasta el estado en publicidad en los medios, sea para apoyar a al financiamiento de las televisiones comunitarias, radios comunitarias y medios impresos independientes”.

“También planteamos que a los grandes canales se les debe cobrar un impuesto de un veinte por ciento de sus ganancias por ocupar el espectro radioeléctrico, y que ese monto sea para financiar medios sociales y populares”.

lunes, 5 de octubre de 2009

NOCHE DE DOMINGO


Por Pedro Armendariz




TVN hace una excepción esta noche de domingo, y deja inesperadamente de lado su aporte diario y a toda hora a la cultura del país, Pelotón, y vuelve a exhibir el programa “Estado Nacional” emitido en la mañana.

Invitado, el canciller Mariano Fernández. Tema: las relaciones de Chile con Perú y Bolivia.

Casi al final del programa se vivieron los momentos más interesantes. Uno fue cuando la panelista Cristina Bitar le advirtió con razón al ministro que había que tomar en cuenta el hecho de que el problema entre manos incumbe a tres países. Fernández sólo atinó a responder que las relaciones bilaterales, son bilaterales, con lo cual no dijo nada y escabulló el tema.

Luego, Jorge Navarrete le preguntó al ministro Fernández acerca de las relaciones actuales con Bolivia. En pocas palabras, le señaló que el asunto, en los términos que hoy está planteado por las partes, no tiene solución: Chile no quiere ceder territorio, y menos con soberanía. Bolivia quiere territorio y mar soberano. No quiere enclaves sin soberanía.

El ministro se limitó a responder que hasta que terminé su función trabajará por mejorar el estado de las cosas. Dijo que con el gobierno del presidente Evo Morales sí se ha gozado de una estabilidad en las relaciones que es nueva.

En un momento de la conversación sale a colación el tema de la controversia por las escasas aguas del río Silala. Es hermoso, pienso, que aquel torrente cordillerano viaje por los dos países, generoso, esencial, mientras a cada lado de la frontera seres humanos amantes de la propiedad se disputan su patrimonio.

Los funcionarios del estado, los textos constitucionales, las leyes y los tratados, los periodistas, mencionan y esgrimen sin cesar la palabra soberanía. Los ejércitos en su nombre se arman y hacen ejercicios para mantenerse en forma. Se habla de soberanía sobre el mar, sobre la tierra, las piedras, el agua, el viento, los minerales y el cerebro de los ciudadanos patriotas.

Mientras tanto el mar de Chile está en manos de un pequeño número de grandes empresas pesqueras, que lo explotan de mala manera a su amaño, con grave daño para los pescadores tradicionales, mal llamados artesanales. Y grave daño para el país. ¿Vale la pena defender semejante soberanía?

Las minas del norte, entregadas a la explotación de empresas transnacionales, que no conocen más fidelidad que a su propio beneficio económico. El abuso que están haciendo en la región de Tarapacá con los recursos de agua es de la mayor gravedad, con consecuencias nefastas que hace rato se están viendo en el interior de la provincia de Iquique. A pesar de ello, las autoridades de gobierno, parlamentarias y comunales hacen vista gorda, cuando no reciben migajas que les entregan estas empresas haciendo alarde de solidaridad y conciencia social. Es una vergüenza que retrata al Chile de hoy.

Hablando de soberanía, lo importante es que el pueblo sea el soberano a la hora de elegir el destino de los recursos del país. ¿Qué tipo de explotación económica de ellos se necesita para beneficio de toda la población? Esta es la pregunta necesaria en Democracia.

Volviendo al principio. El problema es y concierne a tres protagonistas, Chile, Bolivia y Perú. Y no se resuelve en el terreno de la discusión de límites y soberanías, como vemos que ha ocurrido en los últimos ciento treinta años. Estamos en el mismo punto que entonces.

La solución viene con un cambio copernicano de la manera de pensar el problema o la situación. La concepción de los estados nacionales y todo lo que conlleva hay que depositarla con resolución en el tarro de la basura de la historia. Por ser profundamente dañina para los pueblos suramericanos que la soportan.

En el norte de Chile, el sur de Perú, el occidente de Bolivia hay ciudades, pueblos y villorrios, no hay entidades nacionales erguidas amenazantes enfrentadas unas a otras. Esto último sólo existe en la fabricación de mentes humanas, que sacan provecho material o sicológico de ello.

Urge una política de acercamiento, intercambio e integración entre variados agentes de diversos ámbitos de las ciudades involucradas directamente en la cuestión, de los tres países. Entre ellos, gobiernos regionales, municipios, universidades, colegios, sindicatos, colegios profesionales, centros culturales, cámaras de comercio, industriales.

sábado, 3 de octubre de 2009

GANDHI Y EL FIN DE LAS FRONTERAS

Por Pedro Armendariz

En el profuso mar, maremoto más bien de “informaciones” que disparan día y noche los mal llamados medios de comunicación, se ha visto en medio del naufragio la foto y algunas palabras acerca del Mahatma Gandhi y la celebración de un día conmemorativo de la no violencia activa como método de lucha político. Esto último no lo mencionan las agencias internacionales y las transnacionales de la televisión. Ellos, recatados como son, hablan de celebrar un día “por la paz” en el mundo.

Ya con una cierta perspectiva histórica del siglo XX, Gandhi si no es, estará cerca de ser el líder revolucionario más importante y exitoso de su época, y probablemente el más trascendente en el tiempo si a la humanidad le espera un futuro que no sea la autoaniquilación.

En un mundo que ha perdido la cabeza y el corazón, en una decadencia macabra generalizada, el mensaje político de Gandhi es importante al menos en dos aspectos.

Uno es su claridad en las metas que quería alcanzar con su acción política. No especulaba con propuestas a la luz de encuestas y consejos de asesores publicitarios, expresaba lo que pensaba con contundencia, logrando comunicarse y movilizar activamente y sin violencia hacia la independencia a cientos de millones de personas en un país inmenso, diverso y plural. Sus herramientas políticas eran la palabra, sus piernas, la red de ferrocarriles montada bajo el mando británico, la imprenta y la radiodifusión.

Lo segundo es su método de lucha, de una complejidad tal que los sesudos intelectuales de izquierda de occidente y de oriente han pasado por alto, como si en el mundo no hubiese más rebelión que las comandadas por Lenin-Trotsky, Mao y Fidel.

Gandhi creía que se necesita más valor para enfrentar la muerte sin armas en la mano luchando por una causa, que valor para matar a otro ser humano en la contienda por ella.

La no violencia activa es un método, no queda más remedio que usar el término, de lucha social. Es una forma de procedimiento que busca dar testimonio y ser eficaz en la transformación de realidades injustas y opresivas. En Chile tenemos el ejemplo del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, con el sacerdote José Aldunate en el centro, ya un hombre con sus años entonces, denunciando ellos el flagelo en medio de las calles principales y lugares claves de Santiago durante la dictadura fascista, de improviso, a plena luz del día, manifestándose con una valentía y un coraje moral extraordinarios.

Gandhi nunca tuvo un cargo oficial o de autoridad de ningún tipo. Era abogado, estudio Derecho en Londres, y empezó a trabajar en Sudáfrica, por aquel entonces parte del Imperio Británico. Supuestamente debería haber sido abogado de empresas, pero a muy poco andar se vio defendiendo a inmigrantes indios pobres maltratados en su condición de tales, en una sociedad en la cual eran individuos sin derechos, colonizados por el poder ingles.

Le cayó la teja de lo que quería hacer en su vida al ir viajando en un tren sudafricano y ver cómo era violentamente desalojado del vagón de primera un indio inmigrante pobre que había tenido la osadía o el despiste de entrar y tomar asiento. Inmediatamente se abocó a congregar a los inmigrantes y plantear una defensa colectiva de su dignidad y derechos.

En Sudáfrica Gandhi hizo en pequeño lo que en su país haría en grande. Rebelarse a cabalidad contra el imperio, en base a ideas movilizadoras de un profundo calado moral y gran capacidad de ser comprendidas y compartidas por el pueblo llano, eminentemente rural de la India.

En un momento determinado, al igual que hoy lo hace el presidente de Bolivia Evo Morales, Gandhi impulsó en su país-continente una campaña masiva del uso de la rueca en los millones de aldeas de la India, para hilar la lana y elaborar el vestuario de cada uno en base a ella. Con esta acción logró dos objetivos. Poner en jaque a la industria textil de Manchester, de donde venía la tela que vestía a los indios, presionando así con eficacia al imperio, y mantener vivo y despierto en el pueblo indio su conocimiento y aprecio por las tradiciones culturales ancestrales propias.

Otro desafío muy conocido es la Marcha de la Sal. Ante la existencia de un monopolio inglés que prohibía explotarla o elaborarla, organizó una marcha a pie de cientos de kilómetros y varios días hasta llegar a una playa y recoger sal en sus manos. Estás acciones tenía un efecto social extraordinario. Mediante ellas, sin disparar un tiro, el pueblo indio empezó no sólo a exigir su libertad, también a vivirla, a irla construyendo día a día, a la par que se desmoronaba el poder imperial.

Para explicar su concepción de la acción política no violenta, Gandhi recurrió en alguna oportunidad a la metáfora o imagen de la semilla y el árbol. En la semilla ya está el árbol en potencia. La libertad, las prácticas, los valores que esperamos sean los pilares de una nueva sociedad, han de guiar e inspirar la acción desde el primer paso. El fin ya se encuentra alojado incubando en los medios. Nunca el fin justifica los medios.

El motivo de escribir unas palabras acerca de Gandhi no parte del interés pasajero y superficial de los medios por él, sino en la reflexión y el sentir en torno a lo que son nuestras lamentables relaciones con Perú y Bolivia.

Porque es inaceptable la mera posibilidad de una nueva guerra entre nuestros países. Toda guerra es repudiable, nunca una persona en sus cabales recordará con alegría una guerra.

Junto al repudio claro y explícito a la guerra como posibilidad, hay que ganar la paz, como escuchaba hace un momento decir en la televisión a José Rodríguez Elizondo, que sabe un rato largo sobre la mala convivencia entre nuestros países.

Chile nunca se ha propuesto ganar la paz con sus vecinos del norte, se ha limitado a mantener una actitud defensiva basada principalmente en aspectos jurídicos y militares.

En esta hermosa primavera que estamos viviendo, vemos con frustración la fiesta estacional particular que ha montado en el Desierto de Atacama la Fuerza Aérea bajo el sugestivo nombre de “Ejercicios Salitre”.

No sé si habiendo reparado antes en el nombre adjudicado a los ejercicios militares, el ministro de Defensa chileno, Francisco Vidal, con su tino habitual, a pesar de que había prometido no entrometerse más en las relaciones diplomáticas del país, invitó al gobierno peruano a enviar delegados a la fiesta en calidad de invitados observadores.

Resumiendo, un plan de paz y desarrollo social basado en la diversidad y pluralidad cultural, y en el respeto y protección al medio ambiente y sus recursos, es lo que Chile tiene la posibilidad de proponer en el norte a los países vecinos y la comunidad suramericana. Una gran zona de integración que nos dignifique a todos como seres humanos. El ejemplo de Gandhi nos inspira.