martes, 31 de enero de 2012

¿POR QUÉ CHILE CALLA ANTE LA PERSECUCIÓN A GARZÓN?


Por Pedro Armendariz

¿Por qué este silencio ante la suerte del juez andaluz, quien fue fundamental para que el dictador y genocida Augusto Pinochet fuera procesado y detenido en Inglaterra durante casi dos años?

El silencio viene de los dos lados. De la derecha es esperable. Se ha limitado a publicar en sus medios, que son los medios del país -el resto no pasa de comparsa que hace algo de ruido-, la noticia de los procesos abiertos por el Tribunal Supremo español contra el juez. Sin columnas de opinión, sin comentarios, sin discusión. Todo ello para los medios dominantes sobra a la hora de tratar el tema. Bastan los titulares dando cuenta de los procesos judiciales, sin reparar mientes en sus contenidos y prolegómenos. Con esta estrategia periodística de manipulación, de paso y sin quererlo, están dejando constancia de que no hay sustento ético ni jurídico en los casos abiertos a Garzón, pues de lo contrario los esgrimirían sin freno.

En el resto de medios, en la comparsa de contrapunto a los dominantes, el silencio es el mismo pero no es igual. Aquí es incluso mayor, y esto es lo que no acabo de entender.

Hay dos motivos que avalan la espera de pronunciamientos, declaraciones y planteamientos de organizaciones defensoras de derechos humanos, de abogados, políticos, religiosos, militares en retiro, periodistas, académicos chilenos en torno al asunto de la persecución al juez Baltasar Garzón.

Un motivo tiene que ver con el papel que el juez jugó para llevar al tirano chileno al banquillo de los acusados en la Corte de Londres.

Otro lo es el tema de la justicia penal universal, que con el ataque al juez Garzón se ve profundamente cuestionada.

La historia, en este caso de Chile, y la suerte de una legislación e institucionalidad penal internacional en defensa de los derechos humanos en el mundo, al menos occidental, debieran motivar a expresarse a más de uno.

Por mi parte soy un agradecido del papel que el juez Baltazar Garzón ha jugado en ambos campos de acción. Particularmente en el proceso y detención del indigno y criminal Pinochet en Londres.

Ahora bien, el por qué callan en Chile los que uno esperaría que hablaran, es algo que sigo sin aclarar.

Un amigo dice que es resultado del ninguneo propio de la idiosincrasia chilena.

Puede ser también expresión de que vivimos en el fin del mundo, y Chile sigue siendo además una isla.

O que en el ámbito de la política, el periodismo y la academia la memoria histórica más que una necesidad y razón de justicia es una molestia, un tema siempre inoportuno.

Y seguramente no falta el hecho de que cada día somos más individualistas, más indiferentes, más superficiales e irresponsables.

lunes, 23 de enero de 2012

ATAQUES A BALTASAR GARZÓN DESNUDAN DEMOCRACIA ESPAÑOLA


Por Pedro Armendariz

Los tres procesos impulsados por el Tribunal Supremo español contra el juez Baltasar Garzón, son expresión de que no sólo la economía está enferma en España.

Es la llamada transición a la democracia la que muestra carencias, puestas sobre la palestra en los juicios a Garzón.

En España sigue pendiente lo que en Chile llamamos un proceso de verdad, justicia y reconciliación, ante los crímenes cometidos por agentes del estado, crímenes contra los derechos humanos que no prescriben, y sobre los cuales la legislación internacional prima sobre la nacional.

Los españoles no tienen ni reconocen la figura jurídica del secuestro permanente, que a pesar de la ley de amnistía, como en el caso de Chile, la Justicia abre procesos de investigación de la desaparición de personas, y los mantiene abiertos sin prescripción, en su calidad además de delitos contra la humanidad.

Más de ciento cincuenta mil personas opositoras al franquismo están enterradas en fosas comunes a la vera de caminos de España, después de haber sido asesinadas, muchas de ellas con posterioridad al fin de la guerra fraticida y ya toda España bajo el poder de la dictadura fascista.

Baltasar Garzón ha sido el único juez español que ha dado pasos procesales para investigar qué pasó con estas personas, y quiénes son los responsables de sus muertes y desapariciones.

El máximo tribunal de España ha abierto, sin consentimiento ni apoyo de las Fiscalías, y con graves atropellos a principios procesales básicos, un proceso a Garzón por impulsar el rescate de los desaparecidos y sentar justicia sobre su destino.

Ciento cincuenta mil personas abandonas en fosas comunes, no es sólo una barbaridad y una vergüenza enorme para todos los españoles, es también algo imposible de sostener en el tiempo. No hay sociedad que lo aguante desde un punto de vista moral.

Esperamos que muchos españoles acompañen esta semana en las calles a Garzón, quien enfrentará la ceguera y prepotencia del Tribunal Superior. Hasta ahora hemos visto en Madrid a personas y grupos pequeños, en gran parte mayores, y a los dirigentes de Izquierda Unida, comunistas. Se echa de menos a los indignados, que hasta hace poco llenaban la Plaza del Sol.

El primer proceso contra el juez andaluz, que, en palabras de un titular del diario Público de Madrid, quedó la semana pasada visto para condena, en el que acusan a Garzón de ordenar escuchas ilegales a imputados de delitos de corrupción en el marco del caso Gürtell, trata en el fondo sobre el financiamiento ilegal del Partido Popular, como lo señala el abogado y ex diputado del Partido Popular entre 1996 y el 2000, Jorge Trías Sagnier, en una columna en el diario El País de Madrid del pasado 18 de enero.

Al igual que en Chile, el financiamiento de los partidos y de la política en España tiene largas sombras y profunda oscuridad. Como dice Jorge Trías, que Garzón haya puesto la proa, en el marco de su investigación de la corrupta Trama Gürtell, hacia las fianzas del Partido Popular, ha encendido todas las alarmas en aquel partido. Lo mismo ha sucedido con los viejos franquistas ante la iniciativa de enfrentar el problema de los asesinados desaparecidos.

Se ha armado una confabulación entre políticos y jueces –aliados corporativamente contra el juez de la Audiencia Nacional-, para efectuar contra Garzón lo que Trías llama, una cacería judicial, título de su columna.

A la larga el intento por silenciar la memoria de lo acontecido con los muertos de las fosas comunes, resultará estéril, y las fosas serán abiertas para rescatar, identificar y enterrar humana y dignamente a sus moradores. Y para que se sepa qué pasó y quienes son los responsables de su suerte, haciendo la justicia necesaria a cada una de las víctimas.

Asistiremos también, luego de las más que probables condenas en España, a la prolongación de los juicios a Garzón en el ámbito judicial y académico internacional, donde se verán apelaciones que la Justicia española niega, y condenas a aspectos de los juicios que la ceguera odiosa de sus impulsores oculta o pretende ignorar.

sábado, 21 de enero de 2012

MOUNIER Y ALFONSO COMÍN



Por J. A. González Casanova. Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.

Diario El País - 20-07-2005

Cuando una tarde del invierno de 1956, a mis 20 años, vi en el escaparate de la librería Ancora y Delfín de Barcelona el libro ¿Qué es el personalismo?, de un tal Emmanuel Mounier, y, tras leerlo, telefoneé a mi amigo del alma, Alfonso Carlos Comín, para anunciarle entusiasmado que un pensador francés, fallecido a los 45 años en1950, pensaba lo mismo que nosotros, no podía prever la influencia que éste
llegaría a tener en nuestra izquierda antifranquista ni el decisivo papel que en tal influjo desempeñaría mi compañero de ideales revolucionarios. Hijos de
vencedores en la guerra incivil, educados por el nacionalcatolicismo más reaccionario y aún casi adolescentes, habíamos desenmascarado la sacrílega mentira del régimen dictatorial, inducido y apoyado por un capitalismo inhumano con la bendición cómplice de la Iglesia. Demasiado para nuestra sensibilidad juvenil y buena fe religiosa. La lectura de Mounier nos confirmó el escándalo moral sufrido -de ahí nuestro alivio y la firme convicción futura- y sobre todo nos pertrechó de argumentos éticos y cristianos; nos indicó vías y formas pacíficas para un cambio social revolucionario, y nos incitó al coraje de una acción intelectual y política arriesgada, que si acaso podía llevarnos a errores, seguro que en España también nos conduciría a la cárcel. Todo ello, no por gusto a la aventura subversiva, por ambición de poder o fanatismo
ideológico, sino por un deber de servicio a toda persona humana, considerada un ser sagrado y fraterno.
Mounier nos legó para siempre cuatro conceptos clave: el compromiso ético del intelectual, provocado por ese maestro interior que debe ser el acontecimiento histórico como signo de los tiempos; el capitalismo o el moderno "desorden establecido"; la política como la más alta forma de amor a la humanidad, y la acción colectiva que ha de conducir a una revolución tanto material como
espiritual -que ha de ser, por personalista, comunitaria, pues no hay personas verdaderas y dignas si no se dan entre ellas comunicación humana y comunidad de bienes-. Aunque el pensamiento del joven Mounier pudo coincidir en parte, a principios de los años treinta, con la democracia cristiana inspirada en su maestro Maritain o con el anarquismo humanista y no violento, la guerra de España y la resistencia antinazi francesa llevaron al Mounier maduro a
propugnar la colaboración con los comunistas frente al fascismo y a su causa última, el capitalismo explotador. Tras condenar el sistema totalitario de Stalin, Mounier afirmaba: "es mejor arriesgarse a ser confundido con el marxismo que ser ajenos a los explotados", y "hay en la realidad concreta del comunismo elementos esenciales de liberación que no tenemos derecho a ignorar o a desestimar".
Mounier tuvo una influencia decisiva, entre 1957 y 1975, en el pensamiento y la acción del catolicismo progresista español, impulsado desde Cataluña por la revista El Ciervo y el grupo que, movilizado por Alfonso Comín y sus amigos, creó el Frente de Liberación Popular, organización socialista revolucionaria, democrática y no violenta de militantes marxistas, cristianos y cristianos
marxistas. Su influjo se hizo notar en el movimiento obrero católico, en la concienciación política del clero raso y en teólogos tan reconocidos como Díez
Alegría, González Ruiz y Rovira Belloso. Su paradigma fue el propio Comín. A él se debió no sólo la encarnación más arquetípica del intelectual cristiano comprometido, sino la progresiva difusión de la obra de Mounier en nuestro país. Aquel librito que yo le pasé un día de nuestros años mozos le sirvió para extender su mensaje y el de otros libros por doquier y en cualquier ocasión, con una milagrosa velocidad de lectura y asimilación eficaz por parte de tantos y tantos protagonistas del combate antifranquista en pro de la democracia y el
socialismo. Fue como una consigna viva del ¡pásalo!. A diferencia de Mounier, Comín sí militó en un partido político, el PCE-PSUC (Partido Comunista catalán). Fiel a su fe religiosa y a su
ideal revolucionario, llegó a ser cristiano en el partido y comunista en la Iglesia.
Con el lógico y benéfico escándalo de los bienpensantes, desconfesionalizó a un
partido teóricamente ateo y rompió el monopolio que la derecha, atea práctica por lo general, mantenía sobre el catolicismo español, confundida arteramente con él siglos ha.
En aparente paradoja, la influencia de Mounier y de Comín tras 25 años de democracia española parece desaparecida. Pero sólo lo parece, ya que habita en
la conducta de muchos militantes de la izquierda y de cristianos de base cuando apoyan toda política opuesta al sistema económico imperante, al "pensamiento único", a la globalización imperialista y a una Iglesia jerárquica reaccionaria y tan poco cristiana en sus actitudes. En el mundo de hoy, Mounier y Comín están presentes en la teología de la liberación europea y latinoamericana e inspiran
movimientos anticapitalistas como el surgido en Porto Alegre (Brasil). Lo que empezó siendo influjo eclesial de Mounier (las encíclicas sociales de Juan XXIII y la constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II) se ha convertido en el substrato básico de una insólita y futura revolución personalista y comunitaria mundial.
El testimonio que dio Comín padeciendo, al igual que Mounier, persecución y cárcel antes de morir casi tan joven como él, y sus valerosas y lúcidas respuestas a nuestros más graves problemas sociales y religiosos, sigue siendo un ejemplo para todo intelectual, cristiano o no, que pretenda ser digno del privilegio que representa la inteligencia y el don de la palabra. En el primer centenario de Mounier y a los 25 años de la muerte de Alfonso Comín, que se cumplirán justamente este 23 de julio, la presencia de ambos movilizadores de conciencias, unidos como están en actitudes e ideales, no es por discreta menos influyente y fecunda.

viernes, 6 de enero de 2012

CHILE PADECIÓ UNA FEROZ DICTADURA CÍVICO MILITAR



Por Pedro Armendariz

Desde su gestación y nacimiento, la dictadura instaurada a partir del 11 de septiembre de 1973, fue una dictadura cívico militar, y lo siguió siendo hasta su último día.

Para quienes la vivimos, sin necesidad de análisis político o académico, sino simple constatación de la realidad, la dictadura siempre fue un régimen criminal con dos motores: uno civil y el otro militar.

Juntos, civiles y militares, construyeron y pusieron a navegar el sistema de tiranía política y explotación económica que aún no logramos superar socialmente en Chile.

Hoy la derecha en el gobierno, la misma derecha que participó activamente en el régimen dictatorial, cambia en los libros de educación oficiales la palabra dictadura por la expresión régimen militar.

El detalle no es menor, pues junto con retirar la palabra dictadura de los textos, al hablar de régimen militar, ellos, los civiles que gobernaron y se beneficiaron de la dictadura, no aparecen en el nombre del producto.

Pero ahí estaban los civiles, desde el origen de la bestia fascista que asoló al país y lo sigue maltratando con su nefasta herencia.