lunes, 23 de enero de 2012

ATAQUES A BALTASAR GARZÓN DESNUDAN DEMOCRACIA ESPAÑOLA


Por Pedro Armendariz

Los tres procesos impulsados por el Tribunal Supremo español contra el juez Baltasar Garzón, son expresión de que no sólo la economía está enferma en España.

Es la llamada transición a la democracia la que muestra carencias, puestas sobre la palestra en los juicios a Garzón.

En España sigue pendiente lo que en Chile llamamos un proceso de verdad, justicia y reconciliación, ante los crímenes cometidos por agentes del estado, crímenes contra los derechos humanos que no prescriben, y sobre los cuales la legislación internacional prima sobre la nacional.

Los españoles no tienen ni reconocen la figura jurídica del secuestro permanente, que a pesar de la ley de amnistía, como en el caso de Chile, la Justicia abre procesos de investigación de la desaparición de personas, y los mantiene abiertos sin prescripción, en su calidad además de delitos contra la humanidad.

Más de ciento cincuenta mil personas opositoras al franquismo están enterradas en fosas comunes a la vera de caminos de España, después de haber sido asesinadas, muchas de ellas con posterioridad al fin de la guerra fraticida y ya toda España bajo el poder de la dictadura fascista.

Baltasar Garzón ha sido el único juez español que ha dado pasos procesales para investigar qué pasó con estas personas, y quiénes son los responsables de sus muertes y desapariciones.

El máximo tribunal de España ha abierto, sin consentimiento ni apoyo de las Fiscalías, y con graves atropellos a principios procesales básicos, un proceso a Garzón por impulsar el rescate de los desaparecidos y sentar justicia sobre su destino.

Ciento cincuenta mil personas abandonas en fosas comunes, no es sólo una barbaridad y una vergüenza enorme para todos los españoles, es también algo imposible de sostener en el tiempo. No hay sociedad que lo aguante desde un punto de vista moral.

Esperamos que muchos españoles acompañen esta semana en las calles a Garzón, quien enfrentará la ceguera y prepotencia del Tribunal Superior. Hasta ahora hemos visto en Madrid a personas y grupos pequeños, en gran parte mayores, y a los dirigentes de Izquierda Unida, comunistas. Se echa de menos a los indignados, que hasta hace poco llenaban la Plaza del Sol.

El primer proceso contra el juez andaluz, que, en palabras de un titular del diario Público de Madrid, quedó la semana pasada visto para condena, en el que acusan a Garzón de ordenar escuchas ilegales a imputados de delitos de corrupción en el marco del caso Gürtell, trata en el fondo sobre el financiamiento ilegal del Partido Popular, como lo señala el abogado y ex diputado del Partido Popular entre 1996 y el 2000, Jorge Trías Sagnier, en una columna en el diario El País de Madrid del pasado 18 de enero.

Al igual que en Chile, el financiamiento de los partidos y de la política en España tiene largas sombras y profunda oscuridad. Como dice Jorge Trías, que Garzón haya puesto la proa, en el marco de su investigación de la corrupta Trama Gürtell, hacia las fianzas del Partido Popular, ha encendido todas las alarmas en aquel partido. Lo mismo ha sucedido con los viejos franquistas ante la iniciativa de enfrentar el problema de los asesinados desaparecidos.

Se ha armado una confabulación entre políticos y jueces –aliados corporativamente contra el juez de la Audiencia Nacional-, para efectuar contra Garzón lo que Trías llama, una cacería judicial, título de su columna.

A la larga el intento por silenciar la memoria de lo acontecido con los muertos de las fosas comunes, resultará estéril, y las fosas serán abiertas para rescatar, identificar y enterrar humana y dignamente a sus moradores. Y para que se sepa qué pasó y quienes son los responsables de su suerte, haciendo la justicia necesaria a cada una de las víctimas.

Asistiremos también, luego de las más que probables condenas en España, a la prolongación de los juicios a Garzón en el ámbito judicial y académico internacional, donde se verán apelaciones que la Justicia española niega, y condenas a aspectos de los juicios que la ceguera odiosa de sus impulsores oculta o pretende ignorar.

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