miércoles, 25 de marzo de 2009

ADOLFO COUVE, EL MAGO


Por Pedro Armendariz

Me encuentro a boca de jarro con Santiago del Campo en ARTV presentando una biografía de Adolfo Couve.

Mientras veo el programa se vienen los recuerdos: año 1961, clase de dibujo, cuarta preparatoria del colegio San Ignacio Pocuro, estamos sentados en nuestros pupitres esperando al nuevo profesor que no conocemos, expectantes. De pronto entra un hombre a paso rápido, sin mirar a la clase se dirige directamente al pizarrón, toma un trozo de tiza blanca, lo apoya sobre la pizarra y sin levantar la mano dibuja de un tirón a un jinete sobre un caballo.

Esa fue la presentación de Adolfo Couve al curso, nuestro flamante profesor de dibujo. El asombro fue general, nos quedamos maravillados con esos dos minutos de acción de este tipo flaco, de pelo rubio largo con un mechón sobre el ojo izquierdo, chaqueta de cotelé, sin corbata, anticonvencional en un mundo, el colegio, saturado de formas, ritos, jerarquías, horarios, uniformes, filas, pasadas de lista, notas, misas, ayunos, comuniones, confesiones...

Lo primero que nos dijo Couve es que en su clase no tenían lugar reglas ni gomas de borrar. Se paseaba entre las filas de bancos observando lo que hacíamos, caminando rápido o lento, dando siempre un puntapié a los bolsones que encontraba a su paso, los hacía salir volando.

Las gomas y las reglas, que siendo unos críos ya considerábamos imprescindibles en clase de dibujo, no corrían mejor suerte: a las reglas, sin decir agua va, las partía al menos en dos pedazos y las arrojaba sobre la mesa de la víctima o directamente al suelo.

Las gomas las lanzaba hacia el patio por los grandes ventanales de la sala, con el ímpetu que se aplica al momento de tirar un peñascazo.

Irreverente, desenfadado, espontáneo, artista cabal, nos abría ventanas hacia la libertad de conciencia, la creación y el arte, el sentido de las cosas y quién sabe qué más, sin que lo supiéramos entonces. Agradecidos estamos.

Fue un adelantado el profesor, a principios de los sesenta nos trajo a aquellos niños el mismo mensaje estético y valórico que luego se manifestaría con fuerza y tendría por símbolo a mayo del 68. Y entonces el aún pintor y luego escritor Adolfo Couve no conocía París.

2 comentarios:

  1. Natalia Armendariz29 de marzo de 2009, 22:59

    qué lindo recuerdo!
    quizás uno de aquellos profesores que ya no existen o de los pocos que quedan que se dedican a abrir la mente, la capacida de pensar, la libertad y la conciencia en sus estudiantes... parece una historia de cuentos, qué alegría debe significar para tí y todos quienes lo conocieron en las aulas recordarlo!

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  2. Osvaldo Cristi A.
    Muy bueno tu articulo ,me gustaria si pudieras recordar de nuestro viejos tiempos en el Calasanz.
    Un fuerte abrazo.

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