jueves, 28 de octubre de 2010

INTEGRACIÓN Y MAR PARA BOLIVIA


Por Pedro Armendariz

Las fronteras son cicatrices que torturan el cuerpo de nuestro mundo austral, que en el caminó perdió y aún no encuentra nombre inequívoco. ¿Cómo llamarlo? Ninguno de ellos es auténtico y satisfactorio. En una de sus últimas entrevistas, José Saramago decía que él prefería para nuestro continente –desde México a la Patagonia- el nombre de Suramérica, antes que Latinoamérica, y, por supuesto, que Hispanoamérica, aún más cargado de resabios imperiales.
La madre patria no parió nuestras repúblicas. Cada una de ellas la invoca, pero no son sus hijas. Nos legó la madre fiera, a través de su ibérica y prepotente violencia imperial, la posibilidad real de tener el sueño de la unión continental.
Suramérica, construida no con el afán imperial de un poder dominante que ordena a los otros en una totalidad. Ahora espera lograr su unidad, ayer imperial, mediante la democracia y el entendimiento fraterno.
El problema que arrastra la historia con nuestros vecinos del norte, Perú y Bolivia, encuentra trabas en su solución no sólo a nivel institucional y en el fuero interno de los dirigentes políticos de los tres países. El principal obstáculo o freno está en los habitantes de cada uno de los países, que, en porcentaje escandaloso, adhieren a la estrechez y el egoísmo del lado feo y destructor de la idea de nación.
Proponer un plebiscito para determinar el camino a seguir es una idea loable. También puede ser una trampa para darle un portazo inédito a la solución necesaria.
(Plebiscitos debieran haber también en Chile sobre abundantes temas nacionales, regionales y locales).
En el norte la primera necesidad es la paz, que no es solo la ausencia de enfrentamiento bélico. No se la menciona como bien valioso. No se ama la paz, se ama y venera la guerra. Porque ya es estar en guerra levantar y armar un ejército, incluso con la justificación de la defensa preventiva.
No hay un camino de futuro fértil que no pase por la integración entre nuestros países, que borre las cicatrices fronterizas. Cicatrices que, a diferencia de las de un cuerpo afectado, pueden desaparecer, al estar alojadas en la mente y sus sentimientos, posibles de cambiar gracias a la compresión de lo que está en juego.
Para poder eliminar la tontera del nacionalismo y las fronteras hay que tomarle el peso a su estupidez.
En Iquique, donde he vivido por años, entristece ver a padres y maestros de escuela llevar a sus hijos a desfilar cada domingo en conjunto con fuerzas armadas en la plaza principal de la ciudad. Es un espectáculo que se multiplica en pueblos y ciudades de nuestros países.
Mientras tanto cunde la pobreza a un lado y otro de las fronteras-cicatrices, y se gastan miles de millones en armas de todo tipo, cada vez más letales en su maldita perfección.
No es popular la idea de la integración entre Perú, Bolivia y Chile en el norte, abriendo también las puertas al norte argentino, a Paraguay, Brasil. Los políticos locales de Iquique y Arica, saben del nacionalismo constreñido alojado en una muy probable mayoría de ciudadanos que tributan con el voto cuando es día de elecciones. Con la excepción en Iquique y en el norte grande en su conjunto –todo hay que decirlo-, del denostado y peculiar ex alcalde la ciudad, Jorge Soria, que ha planteado la necesidad de facilitar a Bolivia un territorio costero soberano.
A la hora de buscar soluciones prácticas al problema histórico, es esclarecedor el libro publicado hace unos seis años por el profesor Oscar Pinochet de la Barra, “Chile y Bolivia:¿Hasta cuándo?”, de editorial Lom.
En él, el autor, que lleva toda su vida reflexionando sobre el conflicto, señala que la solución más posible es la del establecimiento de un enclave costero boliviano al norte de Arica. No un corredor, que eliminaría la frontera de Chile con Perú.
Junto al enclave, y como condición para el futuro próspero de este, y de la operación de integración en su conjunto, Pinochet de la Barra señala la necesidad de establecer en torno a él de una gran área de integración de los tres países.
Mientras -esperamos que así sea- avanzan las negociaciones institucionales con Bolivia, y con Perú cuando corresponda, echamos de menos las manifestaciones a favor de la integración y la paz desde la sociedad civil, personas y organizaciones, principalmente del norte. Su papel es muy importante para hacer darse cuenta a chilenas y chilenos habitantes de estas tierras, que con la integración regional se gana y no se pierde, en la conservación de la paz y el desarrollo moral y material de nuestros pueblos.
Crucesinbarreras.blogspot.com

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