P.A.
La elocuente columna del presidente de China Xi Jinping en el diario El Peruano de Lima me llevó a pensar en lo cortos que estamos los suramericanos en tener las cosas claras en el tiempo presente.
Xi Jinping se presenta en Lima en visita oficial coincidiendo con la reunión de la Apec que tuvo lugar en Perú hace unas tres semanas.
El mismo día en que llegó a Lima, Jinping publicó una extensa columna en el diario oficial El Peruano, donde se presenta al pueblo peruano en esta nueva visita al país con un discurso que va desde el más remoto pasado a un futuro indefinido, combinando una interpretación de la historia y referencias a la presencia económica china en el Perú.
Una retórica cargada de emoción que enhebra un discurso político definido con objetivos claros pronunciado en un país, y en un continente, ávido de inversiones, ansioso de abrirle la puerta y facilitarle las cosas, en una actitud que Simone Weil, pensando y temiendo por el destino de Francia ante Estados Unidos tras la segunda guerra, llamaba mendicidad mental y política.
Con su curioso rostro impenetrable, indefinido, ambiguo, amable, distante, burlón, Xi Jinping nos da una clase de historia que es una pintura china, donde los chinos y los pueblos ancestrales de América comparten aspectos étnicos, civilizatorios y filosóficos, hermanados por el pasado y con un futuro esplendor compartido.
Vuela alto y lejos Jinping. Se siente aquí como en su casa. Y nosotros los suramericanos permanecemos enredados en una maraña, sin saber dónde estamos parados o sentados, ni qué queremos hacer de hoy en adelante para no seguir siendo meros súbditos de los imperios mundiales.
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