martes, 22 de septiembre de 2015

Chile y Bolivia: La comprensión y el deseo de amistad e integración

Pedro Armendariz


La política seguida por el gobierno de Bolivia en la legítima intención de recuperar su condición de país costero no es práctica, se encuentra situada en el terreno de la propaganda política más que en el campo de la diplomacia internacional efectiva.
Lo que es de interés común y debiera ser compartido por todos los involucrados en el asunto, es en definitiva apelar a las poblaciones de Chile, Perú y Bolivia a la comprensión de la necesidad y urgencia de resolver el problema centenario.
El camino encabezado por Evo Morales carece de un factor fundamental, cual es que la solución del problema marítimo de su país pasa necesariamente por un entendimiento y el acuerdo voluntario de los tres países, y no por llevar a Chile a verse obligado a actuar en determinado sentido.
La política del gobierno boliviano de ir a La Haya no es susceptible de cuestionarse moralmente. Está dentro de su derecho a llevarla a cabo. Pero parece olvidar que cual sea la solución territorial, el fondo del problema es la reconciliación entre chilenos, bolivianos y peruanos, dejando atrás el sadomasoquismo que ha primado en la relación.
El desafío es terminar con el conflicto, no darle largas con nuevas formas, en condiciones que sigan manteniendo las divisiones y los enfrentamientos.
Si mañana Bolivia tuviera su salida al mar, se sintiera satisfecha con ella, y sin embargo siguieran existiendo las fronteras militarizadas al costo de un dineral que debemos usar en cosas provechosas, acompañadas estas de la incomunicación social generalizada entre los tres pueblos, poco o nada habríamos ganado.
Si no se desarrolla la relación entre estos países sus habitantes pierden posibilidades de paz y bienestar social. Esto es especialmente evidente en cuanto atañe a quienes viven en los territorios adyacentes a sus fronteras.
El mensaje a los chilenos debiera orientarse en base a dos contenidos. Uno es el afectivo, el aprender a conocer a Perú y Bolivia, a derribar prejuicios, a no temer el encuentro y la relación, a ser generosos y magnánimos. El segundo, es el hecho de que sin relación fructífera con Perú y Bolivia el norte del país se verá siempre más o menos perjudicado.
Negarse a reconocer y vivir de alguna manera nuestra condición de ser al unísono chilenos y latinoamericanos, es la mayor y más grave mutilación espiritual y cultural que podemos acometer.

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