miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los estudiantes y el cambio de Chile



Por Pedro Armendariz

La derecha chilena no se distingue por su aprecio y apoyo a las instituciones republicanas. Piensa en sus intereses y la forma institucional y funcional del estado que requiere para satisfacerlos.

El golpe de estado del 73 es el ejemplo supremo de este desprecio del valor y la importancia de las instituciones republicanas. Arrasaron con ellas. Lo hicieron recurriendo a la ejecución de los mayores crímenes que contempla la ley penal chilena e internacional.

A lo largo de estos casi dos años de gobierno -conformado de personas que participaron activamente de la dictadura cívica militar o que son sus herederos de primera mano-, se escuchan no solo los ecos persistentes de aquellos años terribles.

La elección como presidente de la Corte Suprema de un juez que formó parte de consejos de guerra de la dictadura, es un nuevo menosprecio –y un agravio- a la república y los principios democráticos.

Las actuaciones recurrentes del ministro del interior atropellando la independencia y la autonomía de poderes y organismos del estado, también atentan gravemente contra los valores republicanos y democráticos. En su labor devastadora cuenta con el aval y el apoyo del presidente de la república y de parlamentarios afines. Todo ello para embolicar la perdiz con los índices delictuales.
Actitudes y procedimientos que contradicen la ética política y ponen en evidencia la moral de estos funcionarios del estado. Su reacción política, policial y mediática ante la movilización estudiantil es también expresión de una mentalidad florentina que no repara con honestidad y justicia en la calidad, legitimidad y legalidad de los medios y los fines.

Entre los efectos muy positivos del movimiento estudiantil el año 2011, está haber puesto sobre la mesa, hecho visible, reconocible, materia de la discusión, el hecho de que en educación -y no sólo en ella-, el Chile actual es el resultado de lo impuesto a partir del golpe de estado de 1973 y la dictadura consecuente.

Ahora se presenta el reto de avanzar en la creación de un nuevo país. Ante la evidencia de que la derecha no valora ni respeta la existencia de instituciones, grandes o chicas, democráticas y republicanas, el camino, particularmente en educación, hay que recorrerlo a través de la creación, constitución y desarrollo de instituciones democráticas y republicanas.

En este sentido los estudiantes, partiendo por los universitarios, deben incorporar con determinación y voluntad la defensa de las instituciones que temporalmente los cobijan y de las que forman parte.

A partir del respeto y cuidado de sus instalaciones, de la estética que acompaña como escenografía al actuar universitario.

(Aquella foto de un par de estudiantes en la toma de la casa central de la Universidad de Chile asomados a una ventana del viejo edificio, uno de ellos con una mascara de luchador de Cachacascán, es muy triste y ofensiva).

La fachada del histórico edificio de la Alameda durante estos largos meses de toma, ha sido un culto al feísmo, que los chilenos cultivamos con esmero (el poeta Armando Uribe considera a este culto una de las principales expresiones del Chile capitalista neoliberal impuesto a sangre y fuego).

Ante la brutalidad y vulgaridad del poder, es de mayor valor y significación responder con inteligencia y belleza, sumando voluntades, apuntando a la comprensión y apoyo al menos pasivo –y ojalá activo- de la gran mayoría de la sociedad.

Hacia el interior de las casas de estudio es fundamental el papel que jueguen los estudiantes en el mejoramiento de la calidad académica y administrativa.
En la defensa de las universidades y la educación pública en general, los estudiantes tienen una responsabilidad vital, ellos lo saben. El problema es cómo presionar al gobierno y al parlamento sin que las instituciones educacionales públicas salgan dañadas, como ha ocurrido el presente año, aspecto que ellos también tienen en cuenta.

La pérdida de tiempo en estudio y trabajo universitario en general, es un perjuicio grave para los estudiantes, los profesores, la parentela de los jóvenes y las propias instituciones en su situación administrativa y social.

Hay un factor que es fundamental: la reacción de la sociedad ante el movimiento estudiantil. En este sentido los estudiantes han de hacer un trabajo político abierto destinado a presentar ante la sociedad una sola postura, propuesta y exigencia política. A partir de ahí desarrollar un amplia y concienzuda labor pedagógica, explicando la lucha que están dando, su historia, presente y objetivos futuros, la justicia y legitimidad de la misma, y la importancia del apoyo ciudadano a ella.

Otro factor, utilizado por el gobierno y sus poderosos medios de difusión y manipulación social, es el tema de la violencia en las calles que ha acompañado a las marchas y manifestaciones. En el aprecio de la población estos hechos han jugado en contra de los estudiantes.

La fuerza social extraordinaria que contiene el movimiento estudiantil, no hace falta llevarla cada quince días a la calles con marchas que sirven de paraguas a los violentistas callejeros. Los actos multitudinarios y las tomas han de formar parte de un actuar complejo, diverso, multifacético y coordinado, que contenga un ritmo que vaya marcando los tiempos a las diferentes expresiones y acciones.

Los jóvenes, luego del impulso y los grandes pasos que han dado, han de apelar al apoyo del resto de la sociedad en su lucha por la educación pública gratuita, para que, de una vez el año 2012, en el estudio prime el talento y caigan las barreras económicas discriminatorias.

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