domingo, 13 de junio de 2010

Entrevista a Julio Sarmiento, presidente de la FECH: LA UNIVERSIDAD DE CHILE EN APUROS




Por Pedro Armendariz

Julio Sarmiento, militante del Partido Comunista, fue elegido presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile encabezando la lista “Estudiantes de Izquierda a la FECH”, integrada por la juventud de su partido, la Nueva Izquierda e independientes.
Estudiante de Medicina, Sarmiento, de 26 años, llegó a Chile junto a su familia procedente de Cuba, su país natal, a principios de los noventa. Partidario del sistema cubano, y totalmente integrado a su nuevo país, cuenta que con frecuencia, debido a la curiosidad de sus compañeros, solía terminar en las reuniones hablando de la realidad cubana, alejándose de los temas convocantes.
Para que no nos pase esta vez lo mismo, vamos directo al grano:

¿Cómo ve usted que encuentra el Bicentenario de la República a la Universidad de Chile?

“La Universidad de Chile tiene casi doscientos años. Si nos remitimos a su antecedente, la Universidad de San Felipe, existe desde antes que la República. La evolución política y económica del país ha tenido que ver en muchos casos con la universidad, institución que era una herramienta fundamental del Estado en aras de un desarrollo social enfocado al bien común.
Hasta 1973 la Universidad de Chile tenía más del cincuenta por ciento de la matrícula de la educación superior. Contaba con un presupuesto estable que permitía que creciera y se desarrollara. Después de 1973 y con la reforma del ochenta, ese rol y esa importancia se quisieron destruir. Se le hizo mucho daño durante la dictadura. Se desmembró, se concentró la deuda en la Casa Central, se le congeló el financiamiento, se le atacó reiteradamente de muchas maneras, desde la forma en la que se administraba hasta el énfasis que se le dio a otras opciones de educación.
Hoy tenemos una universidad que ha logrado sobrevivir en un panorama muy adverso, manteniendo muchos de sus principios pese a continuos ataques y a contrapelo de los intereses económicos representados en las instancias de gobierno. Sí ha perdido relevancia nacional, y no porque haya disminuido su excelencia o el quehacer académico esté por debajo del que tenía antes, simplemente hay un sistema construido alrededor de la Universidad de Chile, privado principalmente, que hoy día concentra el grueso de la formación en educación superior.
Nosotros seguimos, sin embargo, siendo el principal centro de generación de conocimiento, con mayor excelencia académica y compromiso con el país -en un sentido retórico más que práctico-, pero aún así lo sigue manteniendo, pese a la existencia de un sistema que ha crecido alrededor y con el cual no ha podido competir debido a las trabas que arrastra desde los años ochenta”.

¿Hay conciencia en los estudiantes de la importancia y trascendencia que ha tendido para el país la Universidad de Chile?

“Cada vez menos, pero aún así la hay. Uno entra, y si accede más allá del estudio individual y se involucra con la universidad, hay un mundo de conocimiento, de principios, de normas, de valores éticos que están en el imaginario colectivo de la comunidad de la Universidad de Chile. Eso influye en muchos de los estudiantes, no todos.
La atomización de la sociedad, la predominancia de las soluciones individuales sobre las colectivas, afecta a la conciencia de los estudiantes y su entorno. Ante discursos que llaman a mirar el futuro y no detenerse a conocer y estudiar el pasado, muchos estudiantes no se preocupan por la historia de su institución.
Aún así, pese a que en muchos casos ofrece peores condiciones materiales para algunos académicos y funcionarios, sigue concentrando los mejores académicos. El ser y sentirse Universidad de Chile es un valor que tiene esta casa de estudios”.

Los últimos veinte años

¿Qué balance hace usted del papel jugado por la Concertación frente a la Universidad?

“La Concertación no ha hecho nada más allá de algunos hechos aislados. Entre ellos la ley de incentivo al retiro, o el convenio de desempeño del proyecto Bicentenario para revitalizar las humanidades, las artes y las ciencias sociales, disciplinas que quedaron muy lesionadas después de la dictadura. Esto permitirá que entren 25 mil millones de pesos para proyectos de infraestructura y académicos. Fue la primera vez, el año 2009, que se le dio un trato especial a la Universidad de Chile por parte del Estado.
La ley marco de 1997 fue un paquete enmarcado en el modelo de educación superior privatizado, para fortalecer y concretizar la privatización donde no había llegado. No cambia el paradigma que inventaron en dictadura y perfeccionó luego José J. Brunner.
Chile tiene un modelo de educación superior único en el mundo, que se trata de explicar en el extranjero y no lo entienden: nos preguntan cómo es posible que en la universidad pública haya que pagar, que tenga que competir por los recursos, que reciba solamente un 18 por ciento de su presupuesto del Estado. Que tengan las universidades públicas que autofinanciarse a través del valor de los aranceles en una sociedad tan segmentada socio-económicamente como esta.
El crédito con aval del Estado, desde el año 2005, no ayuda a mejorar el panorama, lo empeora. Los estudiantes que no cuentan con dinero, están obligados a endeudarse. No hay límite para el alza de aranceles y los intereses de los créditos de los bancos son muy caros.
Además, dado que no hay regulación acerca del número de profesionales a egresar, los salarios no son buenos y muchos terminan cesantes. Por si fuera poco, la calidad de muchas universidades no permite decir que sus títulos valen realmente lo que se invirtió en ellos. Esto es responsabilidad de la Concertación, como lo es la autofinanciación de la educación superior.
La autofinanciación ha afectado a la autonomía universitaria. No tenemos ciencias sociales porque no son rentables y no se invierte en ellas. Las pedagogías están en muy mal pie, y hay universidades enteras que sólo forman ingenieros comerciales.
El modelo impuesto tiende a afectar el sentido de la educación en sí, como desarrollo epistemológico de las disciplinas, porque limita a la universidad a ser un aparato al servicio de la innovación del aparato productivo. Más que ser un ente formador de conciencia crítica y de pensamiento en todas sus dimensiones posibles.
Con la lógica de las competencias, se privilegia sólo lo que es relevante para el desarrollo productivo. La derecha, por ejemplo, plantea condicionar el financiamiento al desempeño en áreas como la producción, la innovación, cosas por el estilo, lo que también afectaría el desarrollo de las ciencias sociales”.

La Universidad de Chile y el Estado

¿Desde el Estado, se recurre a los servicios de la Universidad de Chile?

“No, prácticamente no se la toma en cuenta. La Universidad de Chile mantiene ese compromiso y deber ser, entiende que su función está al servicio de las necesidades del país. En la retórica, es algo de lo que los estudiantes, de alguna manera, salen empapados, pero la Universidad de Chile dejó desde hace mucho tiempo de ser parte de las políticas públicas.
En general, como la motivación principal en educación superior es el dinero, los grupos económicos que impulsan ciertas leyes, tienen sus análogos en las universidades que están dispuestos a impulsar sus investigaciones y estudios en torno a esas leyes”.

¿Cómo evalúa usted el aporte cultural de la Universidad de Chile al país en general?

“Se desarrolla la cultura en la Universidad de Chile. Hay facultad de arte, de ciencias sociales. Tenemos una orquesta sinfónica y el Ballet Nacional. Pero obviamente se ha perdido relevancia. No es un área muy estimulada por políticas de Estado, y no hay una plataforma desde la cual la universidad pueda contribuir al desarrollo de la cultura en aquellas dimensiones que no tienen solamente que ver con espectáculos y presentaciones.
La universidad perdió el canal de televisión y no lo ha podido recuperar. La ley de televisión digital, de aprobarse la norma que permite que convivan varias señales en una sola frecuencia, debiera permitir que la U de Chile vuelva a tener su propia frecuencia. La Editorial Universitaria tiene una posición secundaria. Hay una radio, pero de impacto limitado por estar obligada a autofinanciarse, y la parrilla programática empieza a responder más a intereses comerciales que a los propios de la universidad.
La falta de medios nos ha hecho a los estudiantes a ser muy críticos interna y externamente, con la poca gestión de los rectores para impulsar esto, y los pocos espacios que existen en la sociedad para que el ámbito universitario se exprese e incida en ella”.

¿La tarea de recuperación de la Universidad de Chile, cuenta con apoyo externo?

“Casi todas las organizaciones están viviendo un sálvese quien pueda. Los colegios profesionales dan sus peleas, los centros de estudios las suyas.
El Consejo de Rectores, a propósito del terremoto, le escribió una carta al ministro de Educación con algunas solicitudes. No la respondieron.
Hay parlamentarios que tienen un afecto a la U de Chile por haber egresado de ella, pero casi nadie en el país, en alguna de las Cámaras, maneja a cabalidad el tema de educación superior. Se lo elude en las discusiones políticas. Ningún candidato presidencial lo planteó como bandera de lucha en la campaña pasada.
Se espera que los estudiantes tengamos la posibilidad de hacer algo. Uno conversa con los rectores y dicen: “ya pues, movilícense, hagan algo, peleen contra el ministerio”, porque ellos están maniatados por las restricciones propias del sistema.
Los legisladores legislan sin la ciudadanía, los gobiernos gobiernan sin mayor participación ciudadana, y como las universidades del Consejo de Rectores no tienen dueños que sean grandes propietarios de consorcios económicos ni cosas por el estilo, es difícil generar el lobby necesario para instalar los temas desde el Legislativo”.

¿Qué esperan los estudiantes del actual gobierno?

“El programa presidencial plantea cosas muy preocupantes. Chile esta muy privatizado pero puede privatizarse más todavía. La educación superior puede estar peor de lo que está ahora. Y el programa de Piñera apunta en esa dirección, bajo argumentos como que hay que asegurar la calidad independiente del tipo de institución; o que cualquiera que forme profesionales es una institución pública.
Mediante la interpretación de ciertos conceptos, instalados en la ciudadanía, el gobierno está impulsando una agenda que terminaría por diluir la diferenciación entre lo estatal y público y lo privado, instalando formas de financiamiento que vinculen la universidad con el aparato productivo, soslayando la parte teórica que tiene que ver con la formación académica y universitaria.
Hay una agenda implícita del gobierno que todavía no hace explícita. Por eso es muy importante que nosotros como movimiento estudiantil seamos capaces de anticiparnos y pongamos la agenda en función de nuestros temas, y no que pongan ellos sus temas y nosotros tengamos que reaccionar. Porque si ellos los ponen van a ser cosas muy malas para la educación superior. Tenemos que generar la mayor adhesión posible también a nivel parlamentario, político, de forma tal que la discusión se asuma en la dirección correcta y no en la que propone el gobierno”.

Demandas estudiantiles

“Nosotros queremos discutir y abordar los cambios necesarios en relación con el rol del Estado -la regulación del sistema por parte del Estado-, la eliminación del autofinanciamiento y del endeudamiento.
El autofinanciamiento porque es el que vulnera las universidades y obliga a pagar aranceles. El endeudamiento porque tiene a los estudiantes pobres accediendo a la educación superior pero endeudándose extraordinariamente. Y la regulación estatal, porque las pocas universidades que reciben los pocos recursos fiscales que reciben, no rinden cuenta de ello, y es importante que esos recursos estén en función de un compromiso explícito con lo público, más allá de formar profesionales o hacer investigación, que son requisitos para cualquier universidad y también lo puede hacer una universidad privada.
Acceso, pluralismo y democracia institucional son las cosas que creemos definen el carácter público de una institución, y debieran regularse, definirse y asumirse con claridad y certeza si se quiere contar con financiamiento estatal”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario