miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL CASO LABBÉ ES COSA SERIA


Por Pedro Armendariz

Cristián Labbé, alcalde la comuna de Providencia de Santiago de Chile, coronel en retiro del ejército, agente de la Dirección Nacional de Inteligencia dirigida por Pinochet y manejada por Manuel Contreras, acusado ante los tribunales por víctimas de la tortura de ser partícipe en ellas, es un tipo coherente.
Hace alarde de aquella coherencia, presidida por una convicción de tener la certeza de que los asuntos conflictivos en la sociedad se resuelven en primer y últimos término mediante la fuerza del poder de las armas de guerra.
Por una razón que a pesar de su aparente valentía no se atreve a enfrentar, es muy probable que piense o se atormente ante la evidencia de que está donde está gracias al crimen.
No es fácil en un país como el nuestro, y Labbé no es el único. La diferencia está en que él no siente o admite la posibilidad de revisar lo actuado. En esto representa a miles y miles de chilenos y chilenas que no dan la cara. No es grato ser considerado a los ojos del común como un criminal, o partícipe por acción o complicidad con un gobierno y un régimen criminales.
Volveremos siempre al final al mismo lugar del origen: la legitimidad del sistema y de la sociedad que se ha hecho en Chile.
Labbé y muchos otros, por intereses o ideas la consideran legítima. Creen que la fuerza otorga legitimidad al que hace uso de ella y se sale con la suya, decidiendo una situación. Es la guerra. Pero los pueblos no están hechos para la guerra y condenados a vivir en una sociedad fundada en el privilegio del poder atropellando a la justicia. Las normas las dicta el poderoso con abuso, y luego considera ilegítima y ajena al estado de derecho la protesta de los abusados que se rebelan.
Hay personas que no pueden imaginar un mundo sin clases sociales en pirámide, unos arriba y otros abajo. El tema sigue siendo aunque nadie hable de ello la explotación “del hombre por el hombre”.
Por esto la manera de ver las cosas es tan importante. No basta con creerse del lado de los buenos. Hasta ahora no ha habido sociedad humana donde lo definitorio a la hora de decidir el rumbo de las cosas no se haya dado con divisiones de clases. Tampoco lo lograron y quizás no lo intentaron nunca, salvo minorías, los países comunistas con sus diferencias entre ellos.
Hay por tanto un factor subjetivo que tiene que activarse para permitir que una nueva concepción de vida social sin explotaciones de clases sea siquiera posible, no digamos llegue a ser real.

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